FUGITIVO
Alan es un afortunado. Su mamá es
una arquitecta reconocida, su papá es policía y tiene una hermana que ama
muchísimo. Días después de cumplir años, su madre falleció en un asalto. El
comandante Ernesto se hizo cargo del caso y luego de meses dieron con el
responsable, un tal “Mico”, quien fue condenado a 30 años de cárcel por ello.
Años después, Alan piensa en entrar
a la policía para seguir el legado de su héroe. El recuerdo de mamá sigue
vigente, pese a la considerable fortuna que dejó. Luisa consume cocaína, y él
quiere que ella se aparte de eso, que termine sus estudios. Sin embargo, nunca
la ha delatado con su papá, para evitar problemas entre ellos.
Una noche, Ernesto llega furioso a
su casa. Por primera vez, Alan lo ve de esa manera, su mirada evidencia el odio
que siente. Le pidió a su hijo que vaya al supermercado, este quiere que Luisa
lo acompañe, pero ella desistió. Cuando regresó, papá se había ido y la pequeña
estaba dormida. Fue donde su novia, le comentó y tuvieron la idea de ir a la
estación. Al otro día allí, donde trabaja Ernesto, se encontraron con el mayor
Suárez, compañero de este. Tratan de hablar con él, pero este fue grosero con
ellos.
Ya
en la noche, habla con su papá sobre lo que pasó allá, y este le comenta que: “Suárez
es un traidor, ya no lo considero amigo mío”. La atmósfera en el cuarto del viudo
se siente bastante tensa. No obstante, para él no hay duda de que su papá tiene
razón al odiarlo. Trató de hablar con Luisa sobre esto; sin embargo, ella se
encontraba tan drogada que este no aguantó más y se lo hizo saber a Ernesto.
Este entra al cuarto y queda todo en silencio. Quizá están teniendo una
conversación al respecto, ya que papá es una persona comprensiva.
A la mañana siguiente, a Alan lo llaman diciéndole que hubo un tiroteo en la estación. Preocupado, llega hasta ahí. Ernesto no estaba por ningún lado, solo había algunos policías impidiendo que la prensa entrara al lugar. Según unos agentes, el tiroteo se dio porque trataron de liberar a un delincuente. Sonó su celular y al contestar, era Suárez:
- “Alan, necesito verte.”
-
“¿Dónde
está papá?” Contestó furioso.
Prefiere acudir a su novia, para
platicarle toda esta situación, nadie le daba razón de Ernesto. “Es probable
que Suárez sepa algo sobre mi suegro”- dijo la joven. Decididos, ambos van
donde Suárez para investigar. Llegan a casa del mayor y este se encuentra
empacando.
- “Yo sé que me vas a odiar, pero
debo decirlo, porque Ernesto me quiere matar.”
Iracundo, lo golpea, su novia trata
de detenerlo, pero también fue golpeada. La chica asustada sale corriendo de la
casa.
-
“¿Quién
realmente es tu héroe?” dijo Suárez. “¿De qué hablás? Decíme dónde está.”
-
“Ernesto
y yo matamos a tu mamá. Lo hicimos porque esa señora tiene mucha plata. Él
desde hace años iba tras la fortuna de la gran Lina Hernández. Durante varios
operativos encontramos dinero de narcos, y nos volvimos adictos a robar.
Después empezamos a robar gente en la calle e inculpábamos a otros, siempre
encapuchados, y ella no fue la excepción. Sé que me va a matar, él es así.
Quiere quedarse con todo el dinero de ella y como le dije que si no me daba mi
parte iba a hablar, me amenazó. Con esto trato de redimirme, aunque sé que no
es suficiente para ti. Ahora mismo, él está…”
Alan lo interrumpe para darse la
vuelta y sacar una navaja, con la que rápidamente lo apuñala en el cuello.
Llega a su casa, revisa cada
habitación. No había nadie, ni siquiera su hermana. Llega al patio y ve una
escena indescriptible: Ernesto tenía amordazada a su novia, herida y desnuda, y
a Luisa la estaba violando. No dudó para lanzarse contra él y clavarle la
navaja en el cuello. Su héroe había acabado con la vida de sus seres queridos.
Vivía engañado, admirando a un asesino violador que actuaba como un buen papá.
Hoy, Alan Macías Hernández, vive como un fugitivo de la “ley”.
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