Un amor en París
Alondra y Emiliano se conocieron en París cuando eran adolescentes. Ambos estaban súper emocionados por comenzar la universidad en ‘La ciudad del amor’. Alondra, era una chica muy alegre y estaba estudiando Literatura. Emiliano, sentía un gran amor por la Historia, y estudiaba en la misma universidad.
El primer encuentro fue en una cafetería cerca de la universidad. Alondra estaba leyendo un libro en una mesa junto a la ventana, cuando Emiliano, buscando un lugar donde sentarse, se le acercó y en lugar de simplemente preguntar si podía sentarse, le hizo una broma sobre el libro que estaba leyendo. Eso rompió el hielo de inmediato.
A partir de ese momento, se volvieron inseparables. Pasaban horas hablando de sus sueños, paseaban por el Sena y disfrutaban de cenas románticas en esos pequeños restaurantes escondidos que descubrían en cada paseo. Cada minuto juntos solo hacía que se sintieran más conectados, como si cada risa, cada mirada y cada conversación fortaleciera aún más ese vínculo especial que había entre ellos.
Después de graduarse, Emiliano sintió que era el momento perfecto para dar el gran paso. En una noche mágica, con las luces de París reflejándose en el Sena, se arrodilló frente a Alondra con un anillo que había escogido con mucho cariño. Con la voz entrecortada y un nudo en la garganta, la miró a los ojos y le preguntó:
— Alondra, desde que nos conocimos, supe que tú eras la persona con la que quería pasar mi vida. Has estado conmigo en los buenos y malos momentos, y cada día a tu lado es lo mejor que me ha pasado. No puedo imaginar un futuro sin ti. ¿Te casarías conmigo y harías que cada día de nuestra vida juntos sea aún más especial?
Alondra, con lágrimas de felicidad, respondió un sí que salió del fondo de su corazón. En ese momento tan especial, rodeados de magia y muchos sentimientos encontrados, supieron que estaban comenzando el mejor capítulo de sus vidas, uno lleno de amor y nuevas aventuras juntos.
Se casaron en un jardín encantador en el centro de París, un lugar que parecía salido de un cuento. Rodeados de amigos y familiares, se prometieron amor eterno entre risas y lágrimas, al caer el atardecer, el cielo se pintó de colores que reflejaban el amor que sentían, haciendo que este momento se sintiera aún más mágico y verdadero.
Los años pasaron y Alondra y Emiliano construyeron una familia hermosa. Tuvieron dos hijos, y aunque la vida tenía sus altibajos, su amor y compromiso les ayudaron a superar cualquier obstáculo. Vieron a sus hijos crecer, graduarse y encontrar su propio camino. Cuando llegaron a la vejez, Alondra y Emiliano seguían caminando por las mismas calles que recorrieron cuando eran jóvenes. Su amor se había convertido en una hermosa historia que contaban a sus nietos, mientras recordaban cada rincón de la ciudad que había sido testigo de su historia de amor.
Finalmente, en una noche tranquila, mientras miraban las luces de la ciudad que tanto amaron, se tomaron de la mano, sabiendo que su tiempo juntos estaba llegando a su fin. Se fueron en paz, con la seguridad de que cada aventura y cada obstáculo que les presentó la vida les ayudó a construir ese amor que no tenía fin, incluso después de la muerte.
Su historia quedó grabada en cada rincón de París, en cada café donde compartían risas y, en especial, en cada paseo que daban juntos, los cuales terminaban en abrazos o cenas románticas. Aunque tomaron caminos diferentes, siguen demostrando su amor en cada atardecer de París. No es solo una ciudad en la cual iban a cumplir sus sueños, sino que se convirtió en la ciudad que los vio crecer, amar y también partir.
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