LA ULTIMA PUERTA
Había una vez una niña curiosa llamada Sofía que vivía en un pequeño pueblo rodeado por un vasto bosque. Un día, mientras exploraba, escuchó rumores de una puerta misteriosa que conducía a un tesoro escondido. Se decía que la puerta estaba oculta detrás de una cascada de vapor, y solo los más valientes y curiosos podían encontrarla.
Sofía, intrigada por la leyenda, decidió buscar la puerta. Después de caminar durante horas, finalmente encontró la cascada de vapor y, detrás de ella, la puerta. Esta era antigua y tenía un pomo de bronce en forma de dragón.
Con decisión, Sofía abrió la puerta y se encontró en una habitación pequeña y oscura. No había tesoro a la vista, solo otra puerta al final de la habitación. Impulsada por su curiosidad, abrió también esa puerta.
Este proceso se repitió una y otra vez: cada puerta que Sofía encontraba la llevaba a una nueva habitación con otra puerta al final. Cada una era diferente con pomos de diversas formas y materiales, pero siempre conducían a más puertas.
Sofía pronto se dio cuenta de que estaba atrapada en un laberinto de puertas. Aunque comenzó a sentirse cansada, confundida y asustada, su curiosidad era más fuerte que el agotamiento. Seguía abriendo puertas, buscando una salida o el propio tesoro.
Finalmente, exhausta, Sofía se derrumbó en el suelo, rodeada de puertas que no parecían tener fin. En medio de la oscuridad, la niña se preguntaba si alguna vez lograría escapar de ese laberinto. La curiosidad que antes la había impulsado ahora se volvía su enemiga, atrapándola en un ciclo sin fin.
De repente, un misterioso hombre apareció. La encontró tendida en el suelo, débil y agotada. Con un gesto suave, la recogió en sus brazos y, con una sonrisa enigmática, hizo aparecer una puerta ante ellos, como si la hubiera conjurado con magia. La puerta se abrió con un crujido, revelando un espacio oscuro y misterioso.
El hombre sacó una pequeña caja musical de su bolsillo, y una melodía suave comenzó a llenar el aire. La música envolvió a Sofía, atrayéndola hacia la puerta. Sin resistencia, ella se dejó llevar por la música y permitió que el hombre la guiara a través de la puerta hacia lo desconocido.
Mientras avanzaban, la oscuridad se disipaba poco a poco, revelando un largo pasillo que parecía no tener fin. El hombre continuaba tocando la melodía, que iluminaba el camino frente a ellos.
A pesar de su confusión, Sofía comenzó a sentirse tranquila, algo que no experimentaba desde hacía mucho tiempo. Se aferró al hombre, quien la sostenía con firmeza mientras la guiaba por el laberinto.
Finalmente, la música se detuvo. El hombre depositó a Sofía en el suelo, en una pequeña habitación acogedora con paredes de piedra y un techo abovedado. En el centro de la habitación había una mesa con un libro antiguo.
El hombre abrió el libro y las páginas mostraban una escritura extraña que Sofía no podía entender. Intrigada, le pidió al hombre que le explicara el significado de las palabras.
Con una sonrisa misteriosa, el hombre solo dijo que el libro los llevaría a otro lugar. Tras pronunciar unas palabras, Sofía sintió que era transportada a otro lugar. De repente, se encontraba en un hermoso paraíso, lleno de flores y árboles frondosos. El sol brillaba cálidamente y el aire tenía un aroma dulce.
Pero al mirar a su alrededor, Sofía se dio cuenta de que no recordaba nada de su pasado. No sabía quién era, de dónde venía, ni cómo había llegado allí. A pesar de esto, no se sentía ansiosa. Al contrario, experimentaba una paz profunda.
El misterioso hombre apareció a su lado y le sonrió. "Bienvenida a tu nuevo hogar", le dijo. "Aquí estarás segura y feliz". Sofía le agradeció, aceptando su nueva vida sin recordar nada de su pasado. A partir de entonces, se dedicó a explorar el paraíso, disfrutando de la belleza y los secretos de su nuevo entorno.
¿Pero qué pasó en su pueblo, su familia y su vida?
Solo puedo decir que ella ya estaba muerta...
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