La vez que te conocí
Aquella noche, el cielo amenazaba con una gran tormenta. María Alejandra caminaba de regreso a su casa ya que había estado en la iglesia, el cual era su lugar favorito en el que encontraba paz y tranquilidad. Ella estaba un poco cansada porque en la mañana había asistido a la universidad, así que apresuró el paso para llegar a descansar a su casa y tomar una buena taza de café. De un momento a otro escuchó un grito fuerte y se giró para mirar qué había pasado.
Al girarse se encontró con la gran sorpresa de ver un joven muy atractivo el cual le dijo “espera por favor”, María Alejandra se sentía demasiado sorprendida ya que no sabía qué necesitaba aquel joven, así que decidió responderle, y le dijo, “¿Te conozco?” A lo cual él respondió: “No, pero te vi salir de la iglesia y no podía creer haber visto una joven tan hermosa”. María Alejandra al escuchar esto no pudo evitar sonrojarse y no sabía qué decir.
Después de quedar impactada por lo que le había dicho este joven se quedó corta de palabras y el joven procedió a decirle, “¿Sabes algo? También soy de la iglesia y otra de las razones por la cual te llamé es porque soy nuevo en la ciudad y quiero congregarme en la sede de este lugar”. María Alejandra al escuchar esto quedó impactada, aquel joven tan guapo iba a asistir a la misma iglesia de ella y en su mente pensó, “No sé por qué pero creo que acabo de sentir lo que es amor a primera vista”.
Pasaron los días, y por motivos de estudio María Alejandra no había podido ir a la iglesia. Se sentía un poco mal por no poder asistir a su lugar de paz, pero este joven consiguió su número de teléfono y cada día sin verla en la iglesia le hacía llegar un mensaje de amor, y le recordaba que la extrañaba y que ya quería verla. También enviaba a su casa regalos junto con cartas de amor donde se expresaba de una manera tan bonita que María Alejandra sentía que este joven de aquella noche le estaba gustando cada día más y más.
Al finalizar la semana, el día sábado, María Alejandra ya pudo ir a la iglesia. Cuando entró, miró al mismo joven de aquella noche. María Alejandra no sabía qué hacer. automáticamente no pudo evitar sonreír; su corazón latía aceleradamente y cuando pensó que él venía a saludarla, se dio cuenta que estaba acompañado con su familia y claramente su pareja. Esa sonrisa que había salido tan espontáneamente de un momento a otro se borró...
En ese momento María Alejandra tenía muchos sentimientos encontrados. Por su mente pasaban mil cosas y se preguntaba: ¿Cómo alguien con pareja y un hogar se atrevió a hablarme de la manera en la cual lo hizo? Las lágrimas comenzaron a brotar fácilmente y lo único que pudo hacer fue salir de la iglesia, de ese lugar tan hermoso de paz. María Alejandra salió corriendo y de repente escuchó una voz como la de aquella noche. Era él, esa persona que le había causado tanto dolor en tan solo cuestión de minutos, quien se atrevió a buscarla nuevamente, María Alejandra estaba llena de ira y le dijo:
— ¿Qué quieres, dañarme más con tus mentiras?
El respondió:
—Déjame explicarte, por favor.
María Alejandra estaba tan dolida, pero reconoció que tenía tanto valor como mujer que no quería saber nada de él. Lo último que le dijo fue:
—Esto contigo solo se quedará en la vez que te conocí porque no quiero saber nada más
de ti.
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