El bosque de los secretos perdidos
En una tarde tranquila, Akihiro estaba en el patio de su casa, rodeado por el susurro de la brisa y el aroma fresco del pasto. A su lado, su padre trabajaba con esmero, fabricando la cometa que cada año superaba a la anterior. Para Akihiro, no existía mejor artesano que su padre. Verlo entrecruzar varillas y ajustar el papel de colores llenaba su corazón de calidez. "Papá fabrica las mejores cometas del mundo", pensaba siempre.
El cielo comenzaba a teñirse de tonos anaranjados cuando Akihiro decidió buscar su muñeco favorito, el que siempre llevaba consigo durante esos momentos mágicos en el patio. Se dirigió al viejo baúl de madera que estaba en una esquina de la casa. Al abrirlo, bajo capas de juguetes, sintió un pequeño borde sobresalir. Con curiosidad, apartó los objetos y descubrió un pergamino amarillento. Intrigado, lo desenrolló con cuidado y vio un mapa antiguo, desvanecido por el tiempo, que indicaba un lugar que conocía bien: el bosque cercano.
Lo que hacía especial al mapa no era el bosque, sino el mensaje que apenas se podía leer en la parte inferior: "Donde las estrellas dibujan su luz en el agua, los guardianes abrirán el sendero". Un escalofrío recorrió su cuerpo. Con el mapa en la mano, corrió de vuelta al patio para mostrárselo a su padre, pero lo encontró concentrado en su trabajo, y algo le dijo que esta aventura era solo para él.
Decidido, Akihiro cruzó el campo que separaba su casa del bosque. Los árboles susurraban su nombre al pasar. Mientras caminaba, el cielo estrellado comenzó a revelarse. Al llegar al lago de los Luvedros, las estrellas se alinearon, formando un sendero de luz sobre la superficie del agua.
Maravillado, Akihiro observó cómo una figura líquida y luminosa emergía del fondo. Un Luvedros, brillando en tonos de azul y plata, se alzó frente a él. El ser extendió una mano hacia Akihiro, su voz resonando como una melodía en su corazón: "Solo aquellos con un corazón puro y bondadoso pueden cruzar".
Akihiro, sintiendo que debía seguir, dio un paso adelante. El agua, al tocarla, se sintió cálida, más como un sueño que como una sustancia real. Al atravesar el lago, el mundo a su alrededor cambió. Llegó a un reino más allá del tiempo, un reflejo del suyo, pero lleno de constelaciones desconocidas y una energía antigua que vibraba en el aire.
Los Luvedros lo esperaban reunidos en torno a un lago central, sus cuerpos brillando bajo las estrellas. "Somos los guardianes de la sabiduría antigua", dijeron. "Cada milenio, un corazón puro y bondadoso cruza a nuestro reino. Hoy, niño, eres el elegido para aprender nuestros secretos".
Durante lo que parecieron días, pero que en su mundo fueron solo minutos, los Luvedros le mostraron los secretos de los dos mundos: el visible y el oculto. Le enseñaron cómo el universo está conectado, cómo cada estrella y reflejo en el agua es una puerta a otra realidad. Le hablaron de los portales que conectan ambos mundos y del equilibrio que debían proteger. El momento de partir llegó demasiado rápido para Akihiro. Frente al portal de regreso, uno de los Luvedros unió sus manos con las de él, creando un puente de luz y agua. "Recuerda, pequeño aventurero", le susurró, "el poder de los portales está en el equilibrio. Nunca lo rompas y siempre sigue la verdad de tu corazón".
De vuelta en el lago de los Luvedros, Akihiro emergió justo cuando las estrellas comenzaron a dispersarse, rompiendo el sendero de luz. Sabía que no volvería a encontrar el mapa, pero ya no lo necesitaba. En su corazón llevaba los secretos de los Luvedros.
Con esa sabiduría y una paz nueva en su corazón, regresó a su casa. En el patio, su padre lo esperaba con la cometa terminada, sus ojos brillando con el mismo orgullo de siempre. Akihiro sonrió, sabiendo que, aunque su aventura acababa de comenzar, aún había tiempo para volar la mejor cometa del mundo antes de que las estrellas volvieran a alinearse.
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