Un minuto en algún mundo posible
(Autor: Kurt)
En
definitiva, era algo que tenía que hacer. Por lo mismo, fui hasta un
minutero y decidí llamarla, después de dos años y medio de haber
terminado. Ella me contestó, con su voz confundida y anonadada de
escucharme después de tanto tiempo. Al terminar la llamada, no podía
de la dicha ¡me había aceptado la invitación a tomar un café! A
pesar que a la mayoría de personas les parezca trivial, para mí era
importante, eso significaba que una parte de ella quería retomar una
conversación conmigo y, porque no, cierta cercanía.
Aquella
semana, antes de vernos, no pude calmar mis ánimos. Me sentía como
un adolescente enamorado, a pesar de mis veintitantos. No podía
dejar de hablar de ello con mis amigos. Pasó una semana y media
antes de verla. Para ello, me compré una camiseta y unos zapatos
nuevos; sin duda, quería estar diferente y presentable para que ella
notará más virtudes que defectos en mí. Al llegar el gran día,
nos vimos en Unicentro, en Juan Valdés, y en medio del ruido
cotidiano me fue contando de su vida, de todo lo que había pasado,
de sus aventuras y desventuras. No puedo negar que fue realmente
agradable escucharla, sin dejar de verla un solo minuto a sus ojos.
Me
perdí en su mirada, en la forma en cómo ella movía sus labios al
hablar de filosofía analítica. En cómo se movían sus cejas al
tratar de comprender los conceptos modales de los que yo hablaba en
ese momento de mi vida. ¡Habíamos madurado tanto! ¡Con los años
uno termina siendo un poco más sensitivo eh! Antes me deleitaba y
creía poder morir feliz mirándola... ahora podría morir dichoso,
sólo escuchándola (sin dejar de verla a esos ojos hermosos). Debió
ser sumamente extraño ese momento para ella: retomar miradas del
pasado y evaluar futuros cercanos. Posterior a ese día, mi vida
cambió. Todo fue increíble y el amor se fue desenredando, después
de haberlo creído extinto.
De hecho, todo
estaba tan bien… incluso, era mejor que cualquier sueño o película
romántica. Una mañana, al levantarme, escuché decir en voz alta
“señor, la persona a la que está llamando no contestó”. En ese
instante, entendí que nuestro amor nunca fue necesario (en sentido
formal e informal). En algún mundo posible seguíamos felices, pero
en este maldito mundo seguíamos distanciados. Ahí seguía yo, en el
minutero, en medio de mi soledad, sin que ella me brindara ni un
minuto de su tiempo. Sin café, sin abrazos y sin amor.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!