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Mostrando entradas de octubre, 2019

Cuarto concurso de cuento corto: NOCHE DE VIERNES

NOCHE DE VIERNES Para Héctor, con treinta años y bastantes kilos de más, un viernes en la noche significa recibir la cena a domicilio, ver la serie de turno y observar la vida de otros en redes sociales. Por momentos se concentra en el teléfono. Facebook le inyecta una dosis de nostalgia recordándole una foto de hace cinco años con su parche: Natalia, Jhon, Alba, Walter y él; contentos, disfrutando de una noche de fiesta en el bar donde iban siempre. Héctor se traslada en el tiempo al momento de la foto: «¿En qué andarán estos locos ahora?», comparte la imagen y los etiqueta a todos. Sentado en un andén a la orilla de la autopista, junto a su bicicleta estropeada se encuentra Walter revisando los raspones de su brazo. Minutos antes un inepto al volante lo arrolló, y se dió a la fuga. Walter toma su celular para llamar un taxi y se encuentra con la notificación del post de Héctor, like y comenta: ​ Ufff como viejita la foto nooo jajajjaja los buenos parches ​ ....

Cuarto concurso de cuento corto: Ahora es para siempre.

Ahora es para siempre. Kalka acostumbraba a decirnos, con su voz carrasposa y serena, que su condición no era permanente, sino una cuestión pasajera en proceso de mejora, y se recostaba a la pared a mirar el cielo por la ventana; Y no le llevo la contraria, son cosas que uno puede decir cuando tiene cinco o diez años de pena; cuando está encerrado por error y con un buen abogado y buen comportamiento puede salir antes; cuando se tienen ayudas gubernamentales. Sin embargo mi cadena es perpetua, cada quien carga su cruz claro, pero no me acostumbro a la idea de estar aquí, en la celda 33, con dos presuntos asesinos, toda mi vida, o hasta que ellos salgan. En las mañanas, cuando salimos de las celdas al tiempo de esparcimiento, los prisioneros solo sentimos latigazos de los guardias; y la escupida mirada de un cielo que quizás nos ha olvidado. Al medio día nos clavan un plato de lentejas frías, -‘‘perdónalos dios tu que todo lo puedes, porque si yo pudiera a todo los...

Cuarto concurso de cuento corto: SANDRITA Y SU PRIMER VIAJE ESPACIAL

SANDRITA Y SU PRIMER VIAJE ESPACIAL El bus pegó un brinco tan alto que de haber estado despierta, Sandrita no hubiera desaprovechado la oportunidad de palpar y hacer figuras con las nubes. Ya en tierra, todos en el bus se zangolotearon y Sandrita despertó bruscamente experimentando un revolcón de pecas en su rostro, así como la simulación de levitar que terminaba con un golpe seco del coxis contra la silla de cuero; una extraña sensación para una niña de tan solo cinco años. -Tranquila mi amor, fue solo un hueco – le dijo con ternura la madre reprimiendo el enojo contra el conductor- no te vayas a dormir de nuevo porque ya casi tenemos que bajar. Sandrita a pesar de la turbulencia siguió somnolienta pues desde la noche anterior no había podido conciliar el sueño después de que su madre le informara: “mi amor, mañana lunes quiero que te pongas el vestido de flores porque en la tarde iremos hasta La Luna para que conozcas a tu tía Pepa”. La angustia había invadi...

Cuarto concurso de cuento corto: AMOR DE SANGRE

AMOR DE SANGRE Julieta era la mujer más bajita de la clase, también era silenciosa y la que más destacaba académicamente. Yo estaba completamente enamorado de ella, recuerdo con intensidad cada mañana que llegaba y, aunque su pupitre estaba ubicado a diez puestos delante del mío, el olor a jabón cocó de su cabello se esparcía hasta las colinas donde estábamos los más vagos, era algo afrodisiaco para mí. Incluso, me masturbé un par de veces imaginando su cabello sobre mi rostro. Sin embargo, lo que vino después sucedió como dice mi abuela: “en un abrir y cerrar de ojos”. Mientras ella avanzaba yo me quedé en grado octavo durante tres años más. Cuando por fin logré pasar a noveno, y eso gracias a la intervención de mi tío Jaime que le regalaba perico al profesor de física, Julieta ya no estaba. Sólo quedó su foto en un marco de aluminio dorado con una reseña que decía: “Promoción 2019 mejor estudiante”. Diez años después, en una tarde de septiembre, cuando l...

Cuarto concurso de cuento corto: El otro

El otro Fin de semana. Compro cigarrillos y una botella de ron; camino hasta mi apartamento, subo las escaleras, entro en mi habitación, me siento en el sillón, prendo un cigarro, me relajo, disfruto el humo, luego lo expulso, así asfixio las voces, las putas voces. Luego tomo una copa de ron. Repito el proceso muchas veces en la noche. Las voces callan. Me duelen los ojos de cerrarlos con fuerza creyendo que así dejaré de recordar. Me levanto del sillón para ir a orinar, veo la ventana, afuera hay un guayacán meciéndose al capricho del viento, es entonces cuando lo veo: un ser vetusto, flaco, cadavérico, con ojos hundidos como agujeros negros que me tragan. Vuelvo al sillón, me siento de golpe, me froto los ojos con mis manos, tomo un trago y lo paso con una bocanada de cigarrillo. No doy crédito a lo que había visto: Mierda, viene por mí, pero no debo demostrarle miedo. Podría ser producto del trago, ¿Cómo alguien puede estar asomándose desde...

Cuarto concurso de cuento corto: PUESTOS DE CONTROL

PUESTOS DE CONTROL Miralo, Rosario. Está todo el día fumando y trayendo peladas, decía Genaro desde su mecedora estratégicamente ubicada junto a la ventana. La pareja de ancianos solía reposar después del almuerzo en la sala, con el radio mal sintonizado, hasta quedarse dormidos. Él, viendo por la ventana. Ella leyendo periódicos de años atrás que terminaban siendo de hoy por su progresiva pérdida de memoria. Este barrio siempre ha sido decente, Rosario, no me voy a aguantar esta decadencia, ¿me oís? Pero Rosario había estado leyendo la sección de clasificados y ahora soñaba que dormía después de almuerzo en una casa que arrendaban a dos cuadras. Tomás había llegado hace dos meses por un traslado que venía evitando, pues ya le encontraba el gusto a Bogotá y al teletrabajo. Llegó a Cali con Alejandra, que no empacó mucho pensando que se quedarían debido a su reciente estabilidad laboral y tolerancia al frío de los clientes. Fue motivo de pelea las noches en las que Ale...

Cuarto concurso de cuento corto: El frenesí de los sentidos

El frenesí de los sentidos Allí se encontraban, en medio de la oscuridad que les absorbía profundamente al igual como lo harían sus cuerpos al entrar en contacto. En la penumbra, el tacto, el olfato, el gusto y el oído enardecerían velozmente. Se atraían con la fuerza de un imán, pocos pasos bastaron para entrar en contacto. Aquel par, degustó la carnosidad voluminosa y tibia… Un leve toque de sus labios entreabiertos les enlazó y así, empezaron a fluir al ritmo de las pasiones. Cada roce traía consigo un roció que les refrescaba e incitaba a continuar. Sus lenguas se extendían en exploraciones húmedas, lentas y suaves, activando leves contracciones a su paso; en ocasiones se deslizaba por el cuello, deteniéndose a medio camino, para dejar surgir un beso en compañía de una calurosa exhalación que hacia estremecer cada fibra del ser. La intensidad de los movimientos variaba, así como el latir de sus corazones ante las provocaciones. De repente, un e...

Cuarto concurso de cuento corto: La mirada oculta en el ventanal

La mirada oculta en el ventanal ¿Y para vos qué es el amor? Cuando el frío de la pregunta se asomó por su columna, no tuvo más remedio que enderezarse. Inhaló hasta donde su capacidad pulmonar le permitió, y acto seguido, dejó escapar pausadamente ese aire secreto que por instantes atesoraba. Una persona sin pareja como yo no sería la indicada para responder eso… No había terminado la oración y ya se recriminaba semejante idiotez. Tres segundos de ojos extrañados y ella también se lo confirmó. -Qué pavada. El Café estaba medio vacío. Se habían sentado en una mesa de madera que guardaba el mismo color vinotinto de la cojinería de los muebles de palet. La vio tomar la pajita y ordenar con sus labios el ascenso de la malteada. Los tragos lucieron pesados, consecuencia de lo amargo. Supuso que debía decir algo, pero como no sabía qué, optó por dejarla ser. Ella había girado su cabeza noventa grados a la derecha. Su mirada atrave...

Cuarto concurso de cuento corto: Madre Gallinazo

Madre Gallinazo Lázaro terminó de afeitarse y se dirigió al comedor. Pero en las escaleras encontró al capitán Bruno Bonfante atareado con dos cajas. El anciano le agradeció por subirlas hasta la cubierta. Contenían una colección de porcelanas árabes para su esposa: el capitán Bruno Bonfante ya tenía la edad de la jubilación y este era su último viaje a bordo del Big Viking. Aprovechó su descanso para brillar y empacar las porcelanas de modo que el océano no las estropeara. Eran tiempos difíciles. El Golfo de Adén se había convertido en una zona roja por las tensiones nucleares en la península arábiga; una escalada militar motivada por las últimas reservas de petróleo. Lázaro se asomó al océano y pensó en Noa. Estaba convencido de que la encontraría en el próximo puerto. El capitán lo interrumpió para mostrarle un camello de porcelana, pero en ese instante un rayo blanco atravesó el horizonte y encegueció con un manto de luz el universo visible alrededor del Big Vi...

Cuarto concurso de cuento corto: LAS TARDES CON EL ABUELO

LAS TARDES CON EL ABUELO Cuando era niño, acompañaba a mi abuelo a la hora del café con pan y todas las tardes siempre me decía: — Oiga mijo, siéntese aquí, contame una de esas historias que te inventás siempre. Y ahí empezaba yo hablar como un loro, hablándole de la gente: historias de viejitas como él, de jovencitas como la vecina y de niños como yo. Mi historia duraba desde que él soplaba el café para enfriarlo un poco, hasta que terminaba la última migaja de pan, era todo un reto. Pero un día murió el abuelo y ya no había a quien más contarle historias. Para esa época yo ya había crecido un poco más, estaba por entrar a la universidad a alguna carrera la cual ya la memoria no me da para recordar, no tenía muchos amigos y mucho menos una novia. Mi vida en general era un fracaso, unos padres divorciados, hijo único, y lo único interesante que había experimentado, eran las tardes con el abuelo. Cuando tenía la oportunidad de socializar, les c...

Cuarto concurso de cuento corto: PACO, EL PEQUEÑO GUERRERO

PACO, EL PEQUEÑO GUERRERO A mi mascota no se la llevó la muerte, yo sé la entregué. No me la arrebató, yo la tuve en mis brazos y se la pasé suavemente. Fue un acuerdo pactado entre Paco y yo, el día en que supimos que en este mundo, la realidad era insostenible, y charlamos largo y tendido sobre lo que íbamos a hacer. Paco era un French Poodle, guerrero celta de pelo blanco, guaguaú salvaje de ojos negros y profundos sin miedo a nada (excepto a los insectos, porque todos tenemos talón de Aquiles), de ladrido fiero con sangre de rottweiler dispuesto a todo. Libramos cinco meses de batallas indescriptibles, en los que mis fuerzas flanquearon y su mirada me decía que todo iba a estar bien, hubo días en que él desfalleció y yo lo sostuve. Ganamos con valentía cada enfrentamiento. Sin embargo, no siempre ganar las batallas significa ganar la guerra. Y, en ocasiones un héroe griego debe saber cuándo retirarse con dignidad. Paco era...

Cuarto concurso de cuento corto: La perdida, pérdida.

1 La perdida, pérdida. Por: Eliézer Garambella Mi agüelo. Era un viejo de gafas, jubilado y encorvado. Sólo caminaba derecho cuando había elecciones en el pueblo, o sea como una vez al año, o algo así, ya no lo recuerdo. El pueblo era frío y montañoso y como en todos ellos su gente fría e indiferente. No había mucha tampoco, era más bien una vereda que le decían la perdida. Había sido fundada por gente perdida en las montañas que huían de la violencia, esta era la única forma que la perdida era encontrada. Eran tiempos de elecciones, y en estos días no faltaba qué comer, beber y hasta con quién bailar. Lo primero que mi agüelo hacía cada vez que llegábamos al puesto de votación, era preguntar si su esposa, mi agüela, ya había votado. Curiosamente, siempre le respondían que sí. Al principio pensaba que la agüela se adelantaba y votaba primero, pero nunca entendía por qué no esperaba al agüelo. Lo cierto, es que cada día...