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Cuarto concurso de cuento corto: LAS TARDES CON EL ABUELO





LAS TARDES CON EL ABUELO

Cuando era niño, acompañaba a mi abuelo a la hora del café con pan y todas las tardes siempre me decía:

Oiga mijo, siéntese aquí, contame una de esas historias que te inventás siempre.

Y ahí empezaba yo hablar como un loro, hablándole de la gente: historias de viejitas como él, de jovencitas como la vecina y de niños como yo. Mi historia duraba desde que él soplaba el café para enfriarlo un poco, hasta que terminaba la última migaja de pan, era todo un reto. Pero un día murió el abuelo y ya no había a quien más contarle historias.

Para esa época yo ya había crecido un poco más, estaba por entrar a la universidad a alguna carrera la cual ya la memoria no me da para recordar, no tenía muchos amigos y mucho menos una novia. Mi vida en general era un fracaso, unos padres divorciados, hijo único, y lo único interesante que había experimentado, eran las tardes con el abuelo.

Cuando tenía la oportunidad de socializar, les contaba a mis amigos sobre lugares que nunca había conocido, gustos que nunca había tenido, experiencias que nunca había vivido con una elocuencia tan grande que todos se lo creían. Así fue como conseguí a mi primera novia. ¡Ay Sofía!, la pobre Sofía que vivió engañada un año y algo conmigo, hasta que el pobre terminó siendo yo porque la tierna Sofía se dio cuenta de todas mis mentiras, recuerdo que antes de que se marchara le dije:

Sofía, por favor, déjame si quieres, pero no le cuentes a nadie mis mentiras.

Ella puso sus grandes ojos en blanco y se marchó cerrando de un golpe la puerta. De ahí yo no volví a saber de mis amigos, ni de ella.

En esos meses yo ya andaba buscando trabajo, era un bueno para nada y mi barra de fracaso seguía creciendo. Cuando estaba redactando mi hoja de vida, puse lugares en los que nunca había trabajado, cursos a los que nunca había asistido y un idioma que nunca había hablado. En la entrevista me defendí bien, el tipo de traje me dijo:

Se ve usted un buen hombre, uno bien educado. Entra el lunes a primera hora.
Y así fue como conseguí mi primer trabajo, con unas cuantas mentiras bien dichas. Claro que unos meses después cuando el todo se estaba convirtiendo en algo más serio fue que me descubrieron y pa’ fuera. No obstante, el tiempo me dio para guardar un poco de dinero y sobrevivir más tiempo.

El plan de búsqueda empezó de nuevo, ya no quería un trabajo igual, así que me fui a trabajar de músico, los demás me decían que no era tan bueno, pero yo les contestaba que ellos no sabían nada de música, que yo había estado por aquí y por allá, sin nunca haber estado, que por aquí y por allá había aprendido esto y lo otro, que yo estaba a la vanguardia y ellos se habían quedado atrás.

Así fue como me convertí en líder de un grupo que luego se hizo famoso.

Después de unos años me aburrí, ese no era mi ambiente, necesitaba algo más tranquilo, así que abandoné el grupo y ellos decían:

¡Pero cómo nos hacés esto, si vos has estado por aquí y por allá, sabés esto y lo otro, estás a la vanguardia y nosotros no!

Yo les conté que todo había sido mentira y me fui, dejándolos a todos desconcertados.

Yo ya no necesitaba trabajar, tenía suficiente dinero hasta para mantener diez perros, cinco vacas, tres niños, dos gatos y una mujer, pero me aburría y en el aburrimiento recordé al abuelo, ya habían pasado varios años desde que murió y me di cuenta que fueron esas tardes con el abuelo las que habían salvado mi vida, esas tardes me convirtieron en un mentiroso, y es por eso que ahora soy un cuentero y les estoy contando esta historia.

Allá ustedes si me creen o no.


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