LAS
TARDES CON EL ABUELO
Cuando
era niño, acompañaba a mi abuelo a la hora del café con pan y
todas las tardes siempre me decía:
— Oiga
mijo, siéntese aquí, contame una de esas historias que te inventás
siempre.
Y
ahí empezaba yo hablar como un loro, hablándole de la gente:
historias de viejitas como él, de jovencitas como la vecina y de
niños como yo. Mi historia duraba desde que él soplaba el café
para enfriarlo un poco, hasta que terminaba la última migaja de pan,
era todo un reto. Pero un día murió el abuelo y ya no había a
quien más contarle historias.
Para
esa época yo ya había crecido un poco más, estaba por entrar a la
universidad a alguna carrera la cual ya la memoria no me da para
recordar, no tenía muchos amigos y mucho menos una novia. Mi vida en
general era un fracaso, unos padres divorciados, hijo único, y lo
único interesante que había experimentado, eran las tardes con el
abuelo.
Cuando
tenía la oportunidad de socializar, les contaba a mis amigos sobre
lugares que nunca había conocido, gustos que nunca había tenido,
experiencias que nunca había vivido con una elocuencia tan grande
que todos se lo creían. Así fue como conseguí a mi primera novia.
¡Ay Sofía!, la pobre Sofía que vivió engañada un año y algo
conmigo, hasta que el pobre terminó siendo yo porque la tierna Sofía
se dio cuenta de todas mis mentiras, recuerdo que antes de que se
marchara le dije:
— Sofía,
por favor, déjame si quieres, pero no le cuentes a nadie mis
mentiras.
Ella
puso sus grandes ojos en blanco y se marchó cerrando de un golpe la
puerta. De ahí yo no volví a saber de mis amigos, ni de ella.
En
esos meses yo ya andaba buscando trabajo, era un bueno para nada y mi
barra de fracaso seguía creciendo. Cuando estaba redactando mi hoja
de vida, puse lugares en los que nunca había trabajado, cursos a los
que nunca había asistido y un idioma que nunca había hablado. En la
entrevista me defendí bien, el tipo de traje me dijo:
Y
así fue como conseguí mi primer trabajo, con unas cuantas mentiras
bien dichas. Claro que unos meses después cuando el todo se estaba
convirtiendo en algo más serio fue que me descubrieron y pa’
fuera. No obstante, el tiempo me dio para guardar un poco de dinero y
sobrevivir más tiempo.
El
plan de búsqueda empezó de nuevo, ya no quería un trabajo igual,
así que me fui a trabajar de músico, los demás me decían que no
era tan bueno, pero yo les contestaba que ellos no sabían nada de
música, que yo había estado por aquí y por allá, sin nunca haber
estado, que por aquí y por allá había aprendido esto y lo otro,
que yo estaba a la vanguardia y ellos se habían quedado atrás.
Así
fue como me convertí en líder de un grupo que luego se hizo famoso.
Después
de unos años me aburrí, ese no era mi ambiente, necesitaba algo más
tranquilo, así que abandoné el grupo y ellos decían:
— ¡Pero
cómo nos hacés esto, si vos has estado por aquí y por allá, sabés
esto y lo otro, estás a la vanguardia y nosotros no!
Yo
les conté que todo había sido mentira y me fui, dejándolos a todos
desconcertados.
Yo
ya no necesitaba trabajar, tenía suficiente dinero hasta para
mantener diez perros, cinco vacas, tres niños, dos gatos y una
mujer, pero me aburría y en el aburrimiento recordé al abuelo, ya
habían pasado varios años desde que murió y me di cuenta que
fueron esas tardes con el abuelo las que habían salvado mi vida,
esas tardes me convirtieron en un mentiroso, y es por eso que ahora
soy un cuentero y les estoy contando esta historia.
Allá
ustedes si me creen o no.
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