Punto
De Encuentro
El
joven primogénito se paseaba por la casa y como de costumbre se
paraba justo en frente de la puerta misteriosa, a la cual nunca pudo
entrar cuando su padre estaba vivo. Ahora que está muerto no debería
tener ningún otro impedimento, pero para su mala fortuna su padre
hace tres años al morir le dejó escrito en una carta junto a la
llave que la abre; que no debería aventurarse a ese cuarto hasta que
cumpliera la mayoría de edad.
Falta
tan solo un día y las ansias le carcome tanto que estira su mano
para tocar el portillo de la puerta, y sin embargo el sonido de un
impacto seco a su lado lo detiene justo antes; es el gato de la casa
que ha decidido aterrizar a su lado habiendo saltado desde una mesa
cercana con un florero en ella. Sigi es su nombre, por sigiloso al
andar y aparecer de la nada como recién lo hizo. Este gato lo ha
acompañado desde que tenía 13 años. El día en que lo escogió lo
hizo porque el color de su cabello, negro oscuro como la noche sin
luna; le acordaba a su difunta madre que llevaba muerta 4 años para
entonces.
Fue
requerido por su actual familia en el comedor para la cena. Eran las
7 de la noche y su abuelo, madrastra, y hermanastro de 8 años lo
esperaban ya sentados para comenzar a degustar la cena que la criada
había preparado. Sin duda era una cena opípara que dejaría
complacido a cualquiera, excepto al joven que ensimismado en sus
recuerdos, solo podía preguntarse porqué su padre dedicaba tanto
tiempo de vida a simplemente estar dentro de aquel cuarto sin decirle
a nadie lo que hacía. Lo único que sabían es que al salir, saldría
con ojos rojos y un aliento alcoholizado.
Junto
con las buenas noches que se dieron horas después de la cena, la
familia se despidió en el salón para ir a descansar cada quién en
sus respectivos cuartos. Claramente el joven se dirigió a su
habitación, no sin antes pararse por unos minutos a mirar aquella
puerta, que quedaba a la mitad del recorrido hacia su cuarto.
Desistió de la idea de entrar una vez más, y respetando el último
deseo de su padre fue a dormir con su amado gato que ya lo esperaba
en la cama en la que dormirían juntos.
Eran
las 11:30 de la noche y el joven no había pegado el ojo ni un minuto
a diferencia de su compañero felino que dormía plácidamente. No
podía entender porqué le intrigaba tanto aquella habitación,
probablemente solo fuera un cuarto para beber y perder el tiempo que
a su padre le gustaba visitar todos los días que estaba en casa para
evitar tener contacto con su familia después de la muerte de su
esposa. Se acuerda que cuando su madre estaba viva, también
visitaban el cuarto pero con menos frecuencia.
En
lo que su mente divagaba dieron las 12 en su reloj de pared, o bien
se podría decir, las 0 horas del día de su cumpleaños. Sus 18 los
cumplía horas más tarde, pero la intriga y las ansias del joven lo
obligaron a levantarse e ir hacia la puerta; con apuro saca su llave
que le dejó su padre y la abre, entrando a la habitación con Sigi
que sigilosamente lo seguía. En ella encuentra varios muebles,
estantes con lo que parece ser discos de vinilos, un reproductor para
estos en una esquina, y en el centro un escritorio con unas cuantas
botellas que contendrían alcohol; pero en medio de ellas se
encontraba lo que sería una foto en blanco y negro de su madre en un
porta-retrato un poco empolvada, y al frente una carta también algo
sucia. Sin embargo, al acercarse el joven logra notar la caligrafía
de su padre, y leyendo con ayuda de la luz de la luna, en voz alta
dice:
“En
esta habitación reside los recuerdos de tu madre, su herencia, y mi
amor a ella. Este era nuestro punto de encuentro para amarnos. Úsalo
bien”
El
joven no logra soltar una lágrima, pero sí esbozar una sonrisa.
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