Cuarto concurso de cuento corto: UN SORTILEGIO FUNESTO






I

"La energía es pureza y trasmite luz, pero en ti causará soledad y desdicha".

Vani, con su piel le robaba brillo al sol, sus cabellos como las algas marinas y oscuros como la penumbra, sus ojos color miel y sus labios una fruta fresca. En la figura de su cuerpo las miradas se precipitaban al vacío. Su extraordinario ser era comparado con una diosa, con Oshún. Tan hermosa era que un duende quedó locamente enamorado de ella y le confesó su mayor anhelo: Deseaba casarse con aquella deidad, pero Vani con su orgullo perentorio no quería que la desposara un duende, su cuerpo no era para cualquiera, ella anhelaba un gran hombre. Prefería quedarse sola o ser del primer hombre que deseara su cuerpo antes que estar con una criatura así.

Con el corazón destrozado, el duende le profirió una maldición, sentenciándola a nunca encontrar un amor correspondido. "Todo hombre que se enamore de tu belleza, perderá el brillo del amor que se acumulará en ti como una energía que incrementará descontrolada."

Desde entonces, muchos hombres en el pueblo empezaron a volverse grises y fríos. Y sus mujeres advertían que cada vez que un hombre pasaba cerca de Vani y admiraba su hermosura, ellos perdían el brillo de sus ojos y ante las demás chicas eran gélidos y con una mirada oscura y desorientada.

Ella se encerró en su casa, pero la energía en su cuerpo incrementó a prisa, era incontrolable. Mucho tiempo transcurrió y Vani no salía de su morada. Ahora su vivienda estaba tomada por la maldición: Un campo de energía azul en degradé la rodeaba y de ella salían chirridos extraños, gritos desgarradores que ensordecían los oídos a cualquiera y lamentos vacíos que inundaban sus conciencias. Los vecinos la acusaron de bruja, pero Vani, sin lograr controlar aquella energía en su cuerpo, se perdió en el embrollo de su mente.


II

Empapado de pies a cabeza caminaba por la calle en donde divisó una casa que extrañamente ardía, sí, de esa vivienda se desprendía un campo de energía. Esa gran luz anunciaba la presencia de Vani, pero Iván no supo esa historia.

Era una noche diferente. Llovía a cántaros, los árboles silbaban, el firmamento se despedazaba y los relámpagos iluminaban a Iván, un forastero atormentado por su pasado oscuro, triste y solitario. Con el corazón en mil pedazos, andaba por el vecindario con la mente vacía, sin rumbo fijo.

Algo había en ese lugar que lo absorbía. Sin dudarlo y sin temor caminó hasta la casa, y entró haciendo caso omiso al campo de energía.

Vani apareció con una tristeza inconsolable y sus lágrimas acariciaban su mejilla sin perder el hilo. Iván detalló su mirada con gran pena. Se acercó a ella, la miró fijamente, cortó el hilo de sus lágrimas y se aproximó a su oasis para saciar la sed que crecía en él cada segundo. Le arrancó las vestiduras y conquistó cada rincón de su cuerpo, bebió largos sorbos de ella, miró las galaxias y flotó en la nebulosa.

III

La casa quedó en una penumbra inquietante. Iván comenzó a brillar. Miró a Vani y descubrió su belleza, se dio cuenta de que había estado con la mujer más bella, con una diosa y se pertenecían. Estaban hechos el uno para el otro, pero Iván era el nuevo portador de la maldición que aquel duende le hizo a Vani. El forastero huyó de la casa dejando a su amada profunda. Llegó a un burdel y en medio de una orgía vació toda la energía que Vani le había transferido.

Él regresó donde su amada y se la llevó lejos. Pero aquellas que ahora portaban la maldición del duende repartieron gotas de energía entre cada hombre del lugar y éstos entre cada una de sus amadas. Y fue así como en el pueblo la energía los llenó de desgracia, los llenó de desamor.

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