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VI Concurso de Cuento Corto: LAS CAUSALIDADES DEL CORAZÓN




Fue una mudanza forzada la que me tocó. Solo llevaba conmigo un morral para pasar noches infinitas en aquella habitación. Dentro de aquel morral llevaba dos pijamas, implementos de aseo y mucha ropa interior. Mi vecino era otro viejito como yo, con achaques y problemas; él estaba solo, yo contaba con mi esposa de hace 35 años, con la cual nunca tuve hijos. Eran días corridos sin trabajar, estábamos ahí con fecha de ingreso, pero sin fecha de egreso, no dependía nada de nosotros.


El viejo cansón tenía mi mismo nombre, y, de hecho, cuando pasaban a vernos, solían confundirnos. Yo estaba ahí porque en cualquier momento me podía morir, necesitaba una ayuda para mi corazón, por cierto, él también sufría del corazón, no sé si solo tendría daño estructural, o también sentimental. A mí siempre me habían dicho que el corazón se acelera cuando uno se enamora y se ralentiza cuando se relaja, imagínese yo todo enamorado y con el corazón malo, eso era un caos ahí dentro.


Todos los días me decía mi doctor que estaban a la espera del CDI, vaya uno a saber qué era eso, pero lo que yo necesitaba era un aparato que le ayudara a mi corazón a funcionar cuando este no cumpliera su función, y esa supongo que era la marca. El otro Luis no entendí nunca qué era lo que necesitaba, al principio me daba igual si se moría o no, igual era viejo y achacado como yo, el lecho de la muerte siempre estaba tendido. Luego, me di cuenta de que no era tan sencillo, porque resultó siendo mi compinche este jorobado, el tipo se llevaba su pelota de caucho y la tiraba contra la pared, rebotaba y volvía a él, a veces rebotaba sobre mí y me enojaba, pero eso fue hasta la primera semana.


Pronto fue más llevadera la relación, ahora era yo quien tiraba la pelota y le pegaba a todos los que cruzaban por el pasillo. Nos sentábamos todo el día en la puerta del cuarto, Luis estaba aburrido de estar allí, y a veces ponía la mano en forma de concha y les decía a los doctores "una monedita por favor para este pordiosero que no se ha ido". Éramos los de la habitación 14, los pacientes menos serios, los que supimos entender qué era un hospital y cómo salir de ahí; aunque no dependía de mí, el letargo lo inhabilita a uno, genera una tendencia a la postración y eso, extiende la estancia, ya sabe, que se le chifle otro órgano, le salgan más pelos al gato. Me estoy desviando del tema, la cuestión es que Luis se va mañana, ya le hicieron el examen que estaba esperando hace dos semanas por problemas con las empresas de la salud, y temo por mi vida, porque aunque los médicos son los que saben que hay que hacer para estos problemas, no siempre saben de los otros, los que lo ponen peor a uno, y vaya uno a decirle al doctor que me puse malo fue porque al corazón no solo le falta el CDI, sino porque a pesar del apoyo incondicional de mi esposa, ahora me va a hacer falta Luis, el viejo cansón, el que dejaba ese baño empestado, el que me daba duro cuando tiraba la pelota, el que me oyó los achaques y los compartió, con el que viví un mes de mi vida, y sin el que ahora debo aprender a vivir la vida que me permita el CDI.



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