Ir al contenido principal

VI Concurso de Cuento Corto: Tentaciones



Damián estaba allí, aunque luchando por mantener el equilibrio, bailaba con su hermosa sonrisa y sus tentadores labios. Mientras tanto, de lejos, yo lo observaba a través de las fuertes luces psicodélicas y el vigoroso ruido de la música. Pero mi novio podía llegar en cualquier momento.


Ya iban a ser las doce de la mañana en aquel disco-bar tan popular de la ciudad, dónde nos reunimos entre amigos de la universidad que, a su vez, trajeron a otros amigos. Mariana, mi gran amiga desde hacía meses, había llevado varios amigos, como al hermoso Damián que, a decir verdad, no había explicación sobre por qué lo deseaba tanto. Cuando la tentación sucumbe, no hay mejor remedio que llevar a cabo lo que se exige. Así de simple. Damián era el loto sagrado en ese ambiente épico, entre licor y drogas; entre luces y música; entre amor y muerte. Poco pensaba en Miguel, mi novio, con quien llevaba meses de una hermosa relación y que sabía que me amaba como a nadie. Pero pronto llegaría a la fiesta, por lo que debía actuar rápido.


El poder de la fiesta corrompía mi cuerpo y en mi mente solo había espacio para las explosiones de euforia juvenil. Tuve una lucha interna sobre si caer en los brazos de Damián o comportarme bonito y esperar a Miguel, pero no di muchas vueltas: la respuesta era clara.


¿Y él?- le pregunté a Mariana- ¿podría sacarlo a bailar? O incluso podría llevarlo más allá y ver que sucede- comenté entre risas.


-¿Te gusta?- dijo seria- yo creo que mejor esperás a tu novio. Además, Damián ya tiene novia, o bueno, algo bastante parecido.


-¡Hombre! Sí que la gente se preocupa demasiado por la vida. Ayúdeme Marianita mía, antes de que Miguel llegue y se entere, ¿sí?- le dije gritándole al oído y con una sonrisa tonta.- a Miguel lo quiero mucho, y por eso no quiero que se entere de nada, ¿entiende?


Mariana, un tanto más sobria que yo, asintió con la cabeza sin mirarme a los ojos. Estaba callada, pero me comprendía. O eso pensé. A veces se enojaba conmigo porque yo no le prestaba atención, o porque olvidaba las cosas, ¡pero no importa!, la pasábamos siempre chévere.


De repente, me llegó un mensaje: “en cinco minutos llego, amor”, escribía Miguel. ¡Dios! El corazón se me aceleró, y sabía que debía agilizar. Debía apostarle a la rapidez y para que nadie de los doscientos mil invitados en la fiesta se diera cuenta, concluí que lo mejor es que fuera en el baño con ayuda de Mariana. Le comenté que llevara a Damián al baño, mientras yo me ponía algo de maquillaje. Ella aceptó la idea, no tan contenta y escribiendo por su celular, pero la aceptó.


Entonces me levanté de la mesa y, como pude, fui al baño. De repente, en el camino, escuché un “¡Uy Miguel, casi que no llegás!”, que no supe si fue imaginario o fue real. Pero lo presentía: pude notar su presencia, su voz, e incluso creo que vi fijamente los ojos de alguien y eran exactamente los suyos. ¡Caramba! ¿Será que me pilló? Tenía que apresurarme.


Llegué por fin al solitario baño y, con el mundo dándome vueltas y el corazón a punto de estallarme, me puse labial y me peiné decentemente. Al terminar de arreglarme, la puerta empezó a abrirse lentamente, y yo, frente al espejo, decidí mirar hacia el techo, cerrar los ojos y sonreír. Hubo un silencio eterno, hasta que sentí una mano que recorría mi cuerpo hasta llegar mi boca para apaciguar mis gritos: alguien me había degollado fríamente. La sangre empezó a correr como ríos y aunque luchara por salvarme, ya estaba muriendo. Entonces caímos sobre el piso, y yo yacía muerta sobre su regazo: nos miramos fijamente hasta que me regaló un cálido beso. Mariana se había deshecho de mí. “Sabés que lo mismo da morir y amar”, fue lo último que le escuché antes de morir.


Ella se levantó con delicadeza y lentamente salió del baño. Con sus manos ensangrentadas se dirigió hacia Damián y lo besó fervorosamente. “Tranquilo, mi amor. Todo está bien” le dijo.


Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...