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VI Concurso de Cuento Corto: Reiniciando la vida

 



  • Él es un niño igual que vos y yo, ¿no ves?


  • Pero vos cómo vas a decir eso, si a leguas se ve que ese niño no es como nosotros, ¿no le ves los zapatos todos rotos y el pantalón remendado?


  • Eso nada tiene que ver


  • Obvio que sí


Mientras la discusión continuaba, Luis los observaba desde su apacible rincón, analizando los manoteos y percibiendo de a poco los gritos que avanzaban sin afán por entre el “patio de recreos”, si es que, a ese pedazo de tierrero se le podía llamar así.


Al poco tiempo se aburrió de esa escena y volvió la vista al suelo, al par de hormigas que antes analizaba, pero no las pudo hallar, se preguntó si era aquella que llevaba la hoja en forma de triángulo, pero la que había visto antes llevaba una hoja en forma de herradura. Buscó y buscó, pero no la halló.


Triiin, triiin – sonó el timbre que indicaba el fin del descanso.


De a poco se movilizaban los cuerpos juveniles hacia esas cárceles dotadas de pizarrón y pupitres, para continuar con la memorización de temas.


Luis se quedó en su sitio hasta que los cuerpos eran menos en el patio de recreo.


Gozaba ver el bullicio de los estudiantes en el salón desde l distancia.


Todos estos riquillos más parecen cerdos en camión, que niños bien portados y de clase media alta – pensaba- No sé por qué el afán de darme una “mejor educación”.


Su paso hacia el aula era lento, parsimonioso. Medía de una manera precisa cada paso, mientras su vista se posaba en el piso apenas delante de él.


La jornada iba bien, hasta que a la puerta de su salón llegó la directora de la institución preguntando por él.


Luis se identificó.


  • Ven conmigo, por favor


Se levantó, en medio de murmullos y miradas, los mismos que reverberaron en sus oídos.


Qué se robó”, “Fijo ya perdió el año ese vago”, “Uy, a la directora le gustan pollitos” se escuchaba decir por los estudiantes, sin asomo de vergüenza y sin recriminación alguna a ellos por parte de los mayores.


Una vez en la oficina de la directora escuchó atentamente sus palabras, las cuales retumbaron fuertemente en su cabeza.


  • Tus padres murieron asesinados, Luis – Dijo ella, sin asomo de discreción Luis calló, no supo qué decir, en cambio miró los ojos de la directora y se hundió en ellos, en esa enorme constelación que guardaba en ese par de esferas oculares, viajó al pasado, a esa no tan lejana y feliz infancia, volvió a imaginar el futuro. Reconoció que no había llegado a pensar en un futuro sin sus padres.


  • Eso era lo que tenía por decirte, los policías te llevarán a tu casa para definir tu situación ¿Necesitas algo? – Dijo la directora, de nuevo sin asomo de sentimiento alguno


  • No señora


  • Algo más, como comprenderás, tus padres alcanzaron a pagar la mensualidad de este mes y en vista de lo sucedido, es muy probable que te lleven a un orfanato, sin embargo, ese dinero no podrá ser reembolsado. ¿Entiendes?


  • Sí – Dijo Luis, respondiendo mecánicamente.


Abstraído aún por la impresión que la noticia le había dejado, se dejó guiar por algo o alguien. Sus pasos ahora eran azarosos y dudosos. Tropezaba uno tras otro, sin llegar a caer al suelo. Todo este movimiento lo hizo volver en sí y se dio cuenta que todo aquello que había recordado e imaginado era solo eso, imaginación. Todo aquello ya había sucedido o jamás sucedería y pensó en lo que podría hacer ahora. Continuar hacia el orfanato o escaparse e iniciar una nueva vida.


Sintió que aquello era un déjà vu, pero recordó que no eran sus vivencias, sino las de su padre las que sentía revivir. Esto mismo le había sucedido a él en el pasado y se lo había contado a Luis paso a paso en una noche de copas.


No lo pensó mucho y emprendió la huida, el pasado de su padre, sería ahora su presente. Entre bolsas de perico, papeletas de basuco y cigarrillos de marihuana. Sorteando la vida y esperando la muerte.



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