VI Concurso de Cuento Corto: ‘‘MI VOZ NO TE TOCA’’



Me sumí en ansiedad a horas de la tarde, por no poder idealizar en una de ellas la compañía de algo que no fuera la lluvia y la ventana, por la cual visualizaba mi transformado pasado y mi mejor futuro, exhalando desgracias de manera tan delirante, que formaban parte del compás de cada estallido eléctrico y el tempo de las gotas al detonar en el barandal del patio.


Todo se precipita, el tiempo no es participe de tu olvido, me presiona, quiere que reflexione, pero no comprendo la intención de tan atroz imposición; mis dedos se estremecen al escuchar que en cada replica que doy, el estruendo magnético se hace más rotundo y atemorizante. Las nubes ya no son blancas, sino cómo un gris HTML degradado en tonos claros, ¿una advertencia? ¿por qué no en oscuros y se asume mi defunción?


Prosigo con la divagación, hasta que mi vista se posa en las letras y ya no en la lluvia. Respiro, las miro, y luego suspiro, alzo la mirada y la tempestad se ha ido, pero aún se fotografía el cielo; como resultado en mis dedos se manifiesta, al fin el escribir ‘‘si, ven’’, ya que el agua se ha llevado el tiempo y también la ansiedad. Algarabía en mi mente, murmullos en mi garganta y estremecimiento en mi cumulo estomacal; sensación que poco perdura, quedándome un mal sabor de boca, que con el pasar de la espera, aumenta.


Mi voz no te toca, has llegado hasta mis pies y no te toca, ser subceleste, amante de noches frías y atisbo nauseoso en los días. Has llegado y con esa silueta etérea, hace que pierda el mirar en épocas de playa, sumiéndome en asperezas, porque él yace en las sombras, tan cerrado, tan simple; resonante hipnótico de convergencia que penetra mis adentro y mis más anhelados deseos, queriendo decir a una sola voz de gemido, ¡no tengas miedo de mirarme! Atemorizando mi tacto, hacia su semblante guapo, pero apartado de afecto.


Ser ocasionante de desvelos y melancolía ¿Dónde te has quedado? Pregunta que hace que me desvanezca, me disuelva cada vez que no encuentro respuesta. Sintiéndome atiborrada de emociones que en realidad no percibo, porque en mí, ya no se encuentra ni el corazón, ni los ovarios, me han abandonado, porque a ellos los desamparé al dirigirme hacia la oscuridad, por seguir a una sombra, una sombra a la que sólo se le notaban los dedos, quienes sustituían la cara, el torso, hasta los ojos, dedos que fueron el reemplazo de encuentros de luna, por un fondeo en mi ser sin sentido de divinidad, ¡como duele!


Sombra de nombres y no de muertes me has seducido tan precipitadamente que, hasta yo me he devorado, para posarme en tus secretos y sin darme cuenta en un fantasma me he convertido, teniendo el epitafio listo, para echarme de rodillas, con la mirada gacha, por ya no ser amante de corazones nuevos, sino sólo de copas vacías y espejos sin fondo.



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