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VI Concurso de Cuento Corto: (Mi) Fin

 



Nunca pude entender por qué ella había actuado de esa manera cuando el mundo se vino abajo. Al llegar esta inevitable guerra, a sabiendas de todo lo que podía perder, de que podía perdernos, puso todas sus cartas sobre la mesa y arriesgó mucho más que su corona: la vida de otros, entre esas, la mía. Aun así, yo era capaz de seguirla hasta el final… y eso hice. Agarré mi orgullo, mi egoísmo, mis ganas cobardes de irme y lo lancé todo hacia aquella fogata, esa que, situada en el centro del reino, alimentaba sus llamas con los sueños y esperanzas de cada uno de los habitantes que sabían, al igual que yo, que estábamos presenciando la última noche libre de destrucción en mucho tiempo.


Después de quedarme un rato observando a mis más profundos sentimientos hacerse cenizas, hice lo que mejor podía hacer, esto era, aceptar de una vez por todas mi destino, ese que había sido escrito con tinta indeleble hace mucho tiempo en mi cuerpo y en mi alma: protegerla. Esta era la tarea, la gran responsabilidad, que se me había otorgado alguna vez y que todavía estaba dispuesta a cumplir, incluso si me costaba la vida.


Por esta razón es que no dudé, ni un sólo segundo, en llevarla corriendo hasta la parte trasera de la formación cuando vi que nos tenían totalmente rodeados, a pesar de que era solamente cuestión de tiempo hasta que llegaran los refuerzos de los reinos aliados. Es por esto que luché contra espadas, lanzas, arcos y ballestas hasta desgastar cada gota de energía que quedaba en mí, sacando cada vez un poco más cuando pensaba ya haber agotado mis reservas, pero dándome cuenta de que, al verla, me llenaba una fuerza indescriptible. Y al final esto explica por qué, sin pensarlo dos veces, me lancé a detener con mi propio cuerpo el recorrido de una flecha que iba directamente hacia ella. Sin dubitaciones ni titubeos, sin arrepentimientos o remordimientos.


Y allí estaba yo, con una flecha color plata atravesando mi pecho y dejándome un hueco enorme en el corazón; con mis rodillas en el suelo tratando de sostener mi propio cuerpo y manchando el campo de batalla con aquel líquido rojo que resultaba tan cálido, ese mismo que brotaba de mí arrebatándome la energía mientras me abandonaba; escuchando sus sollozos alejarse cada vez más, a medida que la vida se me escurría de las manos.


En ese momento lo único que pasaba por mi mente era que, incluso cuando fue ella quien había tomado las decisiones que nos trajeron a esta situación, no podía dejar de admirarla. Para mí se había convertido en un ángel caído, uno que fue enviado a mi vida con el único propósito de dotarla de sentido.


Lo último que vi fue a ella cayendo de rodillas junto a mí hecha un mar de llanto. Pude sentir sus brazos sosteniendo mi cuerpo débil, sus lágrimas acariciando mis mejillas a la par de sus dedos. Al final acercó mi cabeza a su pecho, siendo una mezcla extraña de sollozos y latidos la melodía que escuché al terminarse mi tiempo en este mundo.


Y la verdad, no lo hubiera querido de otro modo.



Comentarios

  1. Espectacular, quedé con ganas de leer más. Qué buen escrito

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