VII Concurso del cuento corto, EL REY DE LOS DESGRACIADOS


Alguna vez existió un rey que a los indignos sentó a su mesa, un gran rey que mojó el pan junto a su traidor y con la prostituta comió sin pudor. Mi rey, levantó al ladrón y de nueva ropa lo vistió, su majestad dejó el trono, la mesa de oro y el ejército de criaturas sublimes, por un miserable pordiosero. Nada hubo en este desvalido para ofrecerle, ¿por qué ensucia su copa con los labios de un ruin mentiroso?, su bendito vino humedece los labios y empapa el desierto del alma, ¿por qué extenderle su mano? ¿por qué limpiar su ropa?

 

Ensanchó eternamente la mesa a sujetos rotos de la peor calaña, perdidos y apartados, su mesa y todo cuanto hay en ella les pertenece, nada hay tan valioso como para impresionarle y son esos a los que les brinda la mejor parte. No tienen nada en las manos, va a ellos por gracia, aun cuando no vuelven en gratitud. Y yo incluso en mi descontento con su tan pródiga forma de ser, ¿quién soy para vituperar su decisión? Un redimido más, de los pecadores el primero y quizá el peor, pero entre más profundo mi hoyo, sobreabundante fue su gracia y perfecto su amor. Bendito este rey de los imperfectos, insuficientes, rechazados de la elite y marginados del mundo.

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