Ir al contenido principal

VII Concurso del cuento corto, EL SAPO Y LA MARIPOSA


Un misterioso pero extrañamente conocido vaho gélido recorría cada rincón del humedal donde se encontraba un viejo y moribundo sapo mirando hacia el cielo próximo a recibir el amanecer, su pesado y robusto cuerpo poco a poco abandonaba la capacidad para aferrarse al mundo físico, con sus últimas fuerzas decidió dirigirse a su lugar especial donde por fin descansaría en paz, era un pasadizo que desembocaba en un frondoso árbol que se distinguía de los demás gracias a las tonalidades ámbar de sus flores que brillaban a la intensidad del alba, se dice que puede si una de sus flores cae justo donde se proyecta un rayo de sol puede llegar a conceder un deseo a cierta hora específica del día. Su cuerpo reposaba sobre una de las raíces, su longevidad era admirada por gran parte de los habitantes del humedal, menos por él mismo, era un sapo que siempre anheló morir, veía el amanecer, anochecer y el pasar de los días de la misma manera, algunas veces se dirigía hasta este majestuoso lugar a observar a algunos bichos escabulléndose entre las flores del árbol, a pesar de su mirada hambrienta, en el fondo, solía admirarlos de lejos, siempre soñó con volar, desde que era un renacuajo.

 

Su recuento entre el pasado fue interrumpido por el suave y débil intento de aleteo de una mariposa que se encontraba a unos pocos centímetros de él, el sapo sorprendido intentó comérsela, pero su lengua ni siquiera se animó en salir, por lo que se resignó. La mariposa se dio cuenta que no era la única en su lecho de muerte, por lo que con las pocas fuerzas que le quedaban, rompió el silencio.

 

     ¿Qué se siente vivir tanto tiempo? — Interrogó curiosa.

 

     El todo el día durante más de diez años seguir una misma rutina para al menos sobrevivir no es realmente divertido siendo sincero. — Respondió con dificultad en su respiración.

 

El sapo realmente la envidiaba, cuando alguien observa una mariposa en su jardín irradia felicidad, son símbolo de belleza y libertad, es capaz de recorrer distancias inmensas para encontrar el lugar ideal para poner sus huevos, eso implica conocer diversos lugares mientras poliniza algunas flores por ahí.

 

     No puedo saltar tan alto ni soy tan ágil como las ranas, los parásitos me usan como transporte, mis colores son aburridos, mi piel presenta verrugas por doquier, no puedo polinizar ni embellecer jardines como lo hacen las abejas y por último... No puedo ser tan hermoso y libre como tú. — El anfibio emitió un ligero suspiro.

 

     Pero esos jardines estarían perdidos sin tu presencia, imagina la cantidad de bichos sin control que se comerían esas flores e incluso, algunos de esos intentarían hacerme daño. — Añadió cálidamente la mariposa.

 

Es cierto que su voraz apetito por los insectos tiene un fuerte impacto en esto, sin embargo, era la primera vez que reflexionaba detenidamente sobre ese asunto, por otro lado, considerando que él es un enemigo natural de la mariposa, le surgía cierta duda: ¿por qué ella se esfuerza en cambiar la perspectiva sobre su melancólica y monótona vida?

 

     Creo que eres afortunado de que no hayas experimentado la constante carrera contra el tiempo que implica preservar tu propia especie. A veces me pregunto sobre el propósito de recorrer tantos lugares si ni siquiera he tenido la oportunidad de detenerme durante un minuto para apreciarlos debidamente... — Dijo la mariposa admirando al cielo.

 

Los primeros destellos del sol emergían tras las montañas, sus rayos matutinos acariciaban el frondoso árbol, en ese instante, una de sus flores cayó entre los animales agónicos, confundidos, llegaron a la conclusión de que ninguno podría entender lo que realmente significaba la vida desde la perspectiva del otro, solo se quedaban entre suposiciones, envidia, admiración y anhelo.

 

     Si pudiera pedir un deseo, reencarnaría en un sapo. — Comentó mientras sus alas y antenas poco a poco perdían la movilidad.

     Y yo definitivamente lo haría en una mariposa. — Respondió con su último aliento, y por último, sus ojos se cerraron.

 

La flor comenzó a brillar en medio de los cuerpos inertes, finalmente era el momento de partir, pero no se sabía si sería para siempre o solo un hasta luego.


 

Comentarios

Entradas populares de este blog

Concurso Cuento corto: LA NEGRA CARLOTA

LA NEGRA CARLOTA Ahí viene! La negra Carlota que se pasea por la plaza, los chicos se vuelven locos por su cintura y su cadera. Pero mira que no ven lo que lleva por dentro, se siente triste, absolutamente sola, denigrada y sin dignidad aluna. Por qué todos los días, tiene que salir a vender su cuerpo, para poder mantener a sus ocho hijos. MARIA CUENTO

VIII concurso del cuento corto, ¿NO SABES DE SEBAS?

 ¿ NO SABES DE SEBAS? Toda las comodidades posibles su familia le entregó, vistió bonito bajo la luna y fresco bajo el sol, no le gustaba la lluvia y se quejaba del calor; la primera su cabello despeinó, la segunda excesiva transpiración le brindó. Estudió, entrenó y trabajó, pero nada de eso le gustó. Sus parientes le enseñaron lo bueno y lo malo él escogió. Una amistad le presentó la calle y eso sí que le encantó. Conoció una amiga nueva y con ella se quedó, fue un cambio abismal; pasó de su casa a un callejón. La ese se agrandó, ahora se cree un dios, dejó de ver por ojos ajenos y de todo se adueñó. Venía de la nada, pero iba por todo. Las caricias de su madre jamás las aceptó, las de su abuela siempre las ignoró, y los consejos de sus tíos nunca los escuchó. Hasta los quince años de su casa no salió. Si un día quiso aquellos zapatos; mami se los compró Quería estar a la moda; papi lo vistió. Como la e, salió de noche sin saber para dónde fue, vistiendo de negro desde la cabe...

VIII Concurso del cuento corto, SANTA ELENA CITY

Dicen que estoy loco. Algunos se preguntan cómo terminé aquí, pescando en el caño de la galería Santa Elena. Yo les digo que no es ningún caño, que es un río, pero que ellos todavía no lo pueden ver. Se ríen de mí, tomándome como un caso perdido. Qué más da, sigo en lo mío, tratando de pescar alguna rata en este majestuoso río negro que se extiende por toda la ciudad. ¿Que cómo uno termina viviendo a la orilla de un caño, en medio de la basura y de los adictos? Eso es fácil de responder, toda la respuesta radica en que uno se aburre, se cansa, se fastidia de llevar una vida inalterable. Se cansa de las mañanas en las que te levantas y quieres seguir durmiendo, pero sabes que si sigues durmiendo al rato llegarán las llamadas de tu jefe para preguntarte no cómo estás, sino cuánto tardas en llegar. Un ser humano normal se fastidia del día a día, de la lucha por la supervivencia urbana, de los malos tratos entre nosotros mismos, de los horarios, de las metas que tienes por cumplir. Díganme...