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VII Concurso del cuento corto. YO, EN CUENTO


Todos los días me levanto con la ayuda de cuatro alarmas estridentes, que parecen rugir con la premura que tiene el tiempo, aunque todos dicen que me gusta madrugar, y hasta yo me lo digo todos los días, la verdad es que ahora mismo no es así, aunque no me gusta levantarme temprano, pero tampoco tarde, cuando me levanto tarde me duelen todos los huesos.

Me levanto temprano, para llegar a trabajar antes que los demás y no tener que lidiar con el tráfico a esa hora, una idea loca que me ha acompañado siempre, “haz todo lo mejor que puedas”.

La primera alarma suena a las 3 am, normalmente no la escucho, las otras suenan cada 15 minutos, pero las apago, no quiero levantarme, es como si esos 15 minutos de sueño extra valieran la vida misma

Debería levantarme a las 5 am esa es la hora, supongo, pero ahora pongo alarmas desde las 3 am, además porque mi hijo está trabajando en el call center y empieza a esa hora y me angustia que se quede dormido, otra idea loca “tener el control”

Vivo en una ciudad donde los atascos de tráfico comienzan a formarse a las 6 am, cuando una multitud de personas sale de su casa la mayoría para llegar a sus trabajos, a esa hora, queriendo resignificar la vida, la mente vuela de pensamiento en pensamiento, de idea en idea, queriendo empezar de nuevo, de emprender un nuevo camino y olvidar los fracasos.

La mente vuela alto, es como una danza de pensamientos, ser mejor madre, mejor persona, llegan como lluvia los propósitos, mientras escucho un podcast o una noticia, surge otra idea loca, “no dejar de pensar”, siempre me encuentro pensando, Paulo dice que tengo ese repentismo y es que a veces de tanto pensar se me salen los pensamientos.

He recorrido este mismo camino hacia el trabajo durante 12 años. Cuando hago estas cuentas, por un momento me sorprendo, como es que he tenido esa especie de voluntad inquebrantable para mantener esta rutina, otras veces me frustro por la mediocridad de hacer durante años lo mismo, empiezo a sentir que mi voluntad también me ha jugado una mala pasada. ¿Quizás he sacrificado demasiado por la constancia antes este oficio?, viviendo el sueño de otros?, probablemente ¿Habré dejado de lado otras oportunidades y sueños por seguir siempre el mismo camino?

Tengo 51 años ahora, y esta rutina diaria se ha vuelto agotadora. Las circunstancias en la oficina me traen cada vez más tareas, y mi lista de pendientes se llena por sí sola, día tras día, ¿debo agradecer por tener este oficio?, o maldecir porque no me suelta y me deja en paz.

La bendita voluntad que me ha impulsado a levantarme temprano y me ha acompañado a enfrentar los atascos de tráfico que me ha mantenido atrapada en esta rutina que ya no deseo, quiero tirarla por la ventana del auto y que ruede por ahí y que se pierda, y como si fuera poco la perla de la perfección que me lleva a “dar más siempre”, a esa le atribuyo el cansancio eterno

Vuelvo a tierra, en ese camino probablemente me encuentre personas más necesitadas y después de todos esos pensamientos me doy aliento, por ser digna por haber recibido tanto, y me digo: ¡¡esto es mejor que estar por ahí sin empleo!!, lo más seguro es que pase cuando ya estoy una cuadra antes del trabajo y debo aquietar esta mente loca para continuar, llenando la bendita lista de tareas que parecen interminables, esa la que se llena sola y que parece que tuviera vida, ¿la vida que he perdido?


 

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