Todos los días me levanto con la
ayuda de cuatro alarmas estridentes, que parecen rugir con la premura que tiene
el tiempo, aunque todos dicen que me gusta madrugar, y hasta yo me lo digo
todos los días, la verdad es que ahora mismo no es así, aunque no me gusta
levantarme temprano, pero tampoco tarde, cuando me levanto tarde me duelen
todos los huesos.
Me levanto temprano, para llegar
a trabajar antes que los demás y no tener que lidiar con el tráfico a esa hora,
una idea loca que me ha acompañado siempre, “haz todo lo mejor que puedas”.
La primera alarma suena a las 3
am, normalmente no la escucho, las otras suenan cada 15 minutos, pero las
apago, no quiero levantarme, es como si esos 15 minutos de sueño extra valieran
la vida misma
Debería levantarme a las 5 am esa
es la hora, supongo, pero ahora pongo alarmas desde las 3 am, además porque mi
hijo está trabajando en el call center y empieza a esa hora y me angustia que
se quede dormido, otra idea loca “tener el control”
Vivo en una ciudad donde los
atascos de tráfico comienzan a formarse a las 6 am, cuando una multitud de
personas sale de su casa la mayoría para llegar a sus trabajos, a esa hora,
queriendo resignificar la vida, la mente vuela de pensamiento en pensamiento,
de idea en idea, queriendo empezar de nuevo, de emprender un nuevo camino y
olvidar los fracasos.
La mente vuela alto, es como una
danza de pensamientos, ser mejor madre, mejor persona, llegan como lluvia los
propósitos, mientras escucho un podcast o una noticia, surge otra idea loca,
“no dejar de pensar”, siempre me encuentro pensando, Paulo dice que tengo ese
repentismo y es que a veces de tanto pensar se me salen los pensamientos.
He recorrido este mismo camino
hacia el trabajo durante 12 años. Cuando hago estas cuentas, por un momento me
sorprendo, como es que he tenido esa especie de voluntad inquebrantable para
mantener esta rutina, otras veces me frustro por la mediocridad de hacer
durante años lo mismo, empiezo a sentir que mi voluntad también me ha jugado
una mala pasada. ¿Quizás he sacrificado demasiado por la constancia antes este
oficio?, viviendo el sueño de otros?, probablemente ¿Habré dejado de lado otras
oportunidades y sueños por seguir siempre el mismo camino?
Tengo 51 años ahora, y esta
rutina diaria se ha vuelto agotadora. Las circunstancias en la oficina me traen
cada vez más tareas, y mi lista de pendientes se llena por sí sola, día tras
día, ¿debo agradecer por tener este oficio?, o maldecir porque no me suelta y
me deja en paz.
La bendita voluntad que me ha
impulsado a levantarme temprano y me ha acompañado a enfrentar los atascos de
tráfico que me ha mantenido atrapada en esta rutina que ya no deseo, quiero
tirarla por la ventana del auto y que ruede por ahí y que se pierda, y como si
fuera poco la perla de la perfección que me lleva a “dar más siempre”, a esa le
atribuyo el cansancio eterno
Vuelvo a tierra, en ese camino
probablemente me encuentre personas más necesitadas y después de todos esos
pensamientos me doy aliento, por ser digna por haber recibido tanto, y me digo:
¡¡esto es mejor que estar por ahí sin empleo!!, lo más seguro es que pase
cuando ya estoy una cuadra antes del trabajo y debo aquietar esta mente loca
para continuar, llenando la bendita lista de tareas que parecen interminables,
esa la que se llena sola y que parece que tuviera vida, ¿la vida que he
perdido?
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