La cuestión era que él no deseaba
mucho participar en las movilizaciones, y eso hacia que su estado de ánimo
decayera un poco, sabía que era difícil continuar asumiendo esa posición, pero
su ruptura con Daniela le producía mucho dolor. No había tenido la oportunidad
de escarbar en el dolor durante varios días; su somnífero durante 2 semanas fue
ver día y noche películas independientes, pero sólo fue cuando veía Masculino y
Femenino de Godard que entendió que el cineasta retrataba una parte de su vida
en donde todo se había roto. Es cierto que ella le dio razones, muchas de ellas
muy valederas, pero meterse con un profesor era un poco extremo para justificar
sus actos, y más si criticaba su pasividad cuando estos a veces eran solo
burgueses.
Él solo pensaba que la vida era
un poco deshonesta con la historia, y que si la historia debe ser contada, esta
solo puede ser retratada por el cine. Lo demás era protohistoria. Entonces
ahora se encontraba haciendo su ópera prima. Se había convertido en su
obsesión, hacer de la historia algo que enrarezca, mostrar la perfección de lo
sensible a través de la imagen; pero sus proyectos se vieron detenidos porque
al calor del paro estudiantil el gobierno había decidido cerrar la universidad.
Esta historia empieza con él
preguntándose ¿Qué hacer?, pero en ese instante sintió la necesidad de un
porro, buscó en la maleta y no encontró ninguno, “tendré que salir” pensó, y se
puso a buscar sus zapatos. Cuando estaba en la calle recordó que hace unos días
el jibaro le había contado que los habían amenazado, que los de la cuadra
cansados de tanto marihuanero le había dicho a la policía que, si era necesario
matar a uno, ellos pagaban el muerto, y la policía muy bien mandada había ido a
meter terror al pedazo.
Decidió entonces dirigirse a la
Universidad en donde también vendían drogas, a pesar de que estuviera cerrada
él sabia que muchos estudiantes entraban clandestinamente y que ahora se
encontraban en asamblea discutiendo qué hacer contra el gobierno. Cogió el bus
en la esquina de su casa, en el trayecto se escuchaba en la radio como el
presidente alegaba contra los estudiantes, de verdad se encontraba enfurecido y
muchas de las personas que viajaban asentían cuando al terminar la oración, el
bufido de su voz dejaba traslucir su odio hacia el estudiantado. Toda esa
escena le trajo el recuerdo de su amigo Raúl quien en todo lugar público se
enojaba casi tanto como el presidente, y empezaba a gritarle a la gente que
despertara.
Sintió el hastió de lo que ya se
quiere olvidar y vio que la universidad se encontraba al frente, paró el
colectivo y se bajó, alrededor de la universidad se apostaban guardias del
ejército, pero estos solían ser muy pocos y no cubrían todo el campus. Se
dirigió sigilosamente hacia el extremo que colindaba con el bosque y le fue
fácil encontrar el hueco del túnel que habían hecho sus compañeros. Cuando se
encontraba abriendo la tapa sintió el frio en su espala, y luego una voz que le
pedía que alzara las manos. Él lentamente voltio su cara y pudo ver un joven
casi de su misma edad que portaba un fusil. Él solo pudo pensar en que morir es
reelegir un destino, proveerse de un estado permanente de sufrimiento, por eso
el infierno y el paraíso no pueden ser sino imágenes de un frenesí de
sensaciones que se acumulan en un perpetuo vaivén de intensidad. Hubiese
querido un trabajo, casarse con Daniela, amar, familia, una casa, un carro y
dejar de ser él para convertirse en lo que la sociedad reclamaba; recordó el comentario
que había leído sobre Rimbaud que tanto le impacto: “Rambo murió convertido
en un mezquino empleado de obscuras compañías coloniales, el rapaz y por lo
tanto banal traficante de armas, el pequeño burgués que solo aspira a amasar
una pequeña fortuna y tener una familia. El corte se instala en un incidente gramatical:
el ser radical del poeta, suje est un autre, se transforma y produce un ser
extraño definido así por Mallarmé: quelqu'un qui avait été lui mais ne I ́était
plus d ́aucune façon.”
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