Letras de oro
- y de pronto le cayeron encima “100 morocotas de oro”, estaba inmerso en aquel momento que tanto había añorado, pero no sabía qué hacer, jamás imaginó que llegaría tan lejos, aquella mujer que lo había salvado de la soledad estaba a punto de irse con él.
En una tarde de un
hermoso día, un joven se acercó a una bella mujer en un parque pero
antes de que hiciese algo, ella le dijo que andaba muy ocupada, así
que él la miró a los ojos sonrío y se alejó. Ella estaba
preocupada porque había perdido su casa en una hipoteca, razón por
la cual debía mudarse en menos de dos semanas, una amiga le había
conseguido un empleo en otra ciudad, pero no tenía dinero para el
tiquete, pues no disponía de un trabajo actual ni de amigos que le
prestasen dinero.
Poco después acudió
a ella un rostro, como si de algún truco de magia se tratase, sí,
era el rostro de aquel apuesto joven que no hacía mucho se le había
acercado; se agachó un poco y recogió una tarjeta que a él se le
había caído; en ella se encontraba todo lo que en ese momento
necesitaba, un número telefónico una dirección y un nombre escrito
con letras doradas, las cuales al reflejarles la luz parecían letras
de oro. Una vez se percató de esto su expresión facial cambió, se
notaba levemente más alegre. Inmediatamente ideó un plan y se
dispuso a encontrar a su “príncipe”, así decidió decirle.
Pasadas un par de
horas aquella jovencita dio con la casa que buscaba, de hecho le
resultó fácil porque allí estaba aquel “príncipe” sentado en
el jardín de la casa, como si la estuviese esperando. Él estaba
jugando con una pequeña hoja que probablemente se había encontrado
en el césped, tenía la mirada perdida se notaba cansado; sintió
que alguien se acercaba, así que levanto la mirada para ver de quien
se trataba, al verla se quedó perplejo, nunca antes había visto
tanta belleza junta, sus ojos brillaban como dos galaxias con un gran
agujero negro en el centro.
Después de
contemplar todo lo lindo que aquella dama poseía, retomó al
pensamiento que tenía antes de que ella apareciese ¿A quién
llevaré a la fiesta de la boda de mi primo? que se celebrará en un
par de horas. Aquella mujer notó su cambio emocional y le preguntó
¿Qué tienes? Él a manera de respuesta le expuso su singular
problema; sin ni siquiera pensarlo ella dijo que quería acompañarlo,
fue como si su corazón hubiese hablado. Él, en medio de su
incredulidad se alegró muchísimo. No pasó mucho tiempo para que
ambos salieran con destino a la boda de su primo Ferreira.
Pasaron los días y
esta pareja continuó hablando, salían a pasear juntos, su amistad
estaba creciendo, a tal punto que ambos tenían un sentimiento como
que se conocían de toda la vida.
Al cabo de doce
días, en medio de una plática normal ella sintió que era el
momento idóneo para contarle acerca de su viaje y el dinero que
necesitaba para realizarlo, aunque le añadió una invitación, le
dijo que viniera con ella, así empezarían una vida juntos; dicho
joven estupefacto por las palabras que acababa de oír, atrapado por
el desbordante encanto de aquel radiante rostro y perdido en esos
ojos tan hermosos dijo que si, pues quería verlos por el resto de su
vida. Acordaron verse dentro de dos días a primera hora cuando los
músicos que tocarían para el desfile de cumpleaños de la ciudad
empezaran a ensayar y el viento moviera las campanitas que cuelgan de
sus sombreros.
A ella le encantaba
ponerle sobrenombres a las cosas o como ella misma decía nombres
secretos, así que le dijo que cuando esto ocurriese sentiría que
100 morocotas de oro le caían encima, pues en una de tantas pláticas
ella se dio cuenta que a él le gustaba coleccionar monedas.
Pasaron los dos días
y llego la hora acordada por ambos para verse, él llego al lugar y
las 100 morocotas de oro cayeron, pero ella nunca apareció. Decidió
como en un principio había previsto, irse sin él.
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