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Tercer Concurso de Cuento Corto: Lecciones de ortogravida




Lecciones de ortogravida

Te quiero contar acerca de mi vida en los últimos meses. Han cambiado algunos de mis pensamientos y posturas frente a la vida, hoy te encuentras ante a otra persona, aunque esto es algo natural en la sociedad, todos cambiamos una y otra vez. Pero lo que pasa conmigo es la consciencia de la evolución, he reflexionado y me he encontrado con distintas teorías que tratan de dar sentido a mi vida, y por algún motivo, llego a la conclusión… que:

Te quiero conmigo, mas sin embargo, tengo miedo de tu negativa. No encuentro el momento oportuno para confiarte esto que pasa por mi mente, claro que apenas caigo en cuenta que no hay momento oportuno; que siempre existirá ese miedo latente; que lo debo hacer con miedo; que no puedo aplazar esto.

Te aclaro que la decisión que tome hace algunos meses, no trae para mí un arrepentimiento, pues el tiempo en que no hemos continuado juntos, lo he utilizado para crecer. Esto es muy importante, es de resaltar.

Ahora me tiemblan los dedos al escribir en el ordenador, es algo que no puedo controlar, es una reacción típica de mi nerviosismo ante situaciones incomodas. Y claro que esta es una de ellas.

¿Y sabes por qué tengo miedo de confesarte esto? ¡porque sé que tú, como yo, también has cambiado! y mi mente no es más que una maquina creadora de ideas vagas que atormentan mi cuerpo.

No sé qué más escribir, ahora te voy a escribir.

Al final del día serás o no serás, y si lo primero ocurre no escatimaré esfuerzos para acrecentar la pasión. Si pasa lo segundo, te titulare como "una persona a olvidar" y mi actuar recalcará dicho título.

No me importa perder el orgullo como algunos lo llaman, pues hoy busco tranquilidad. Frente a ti no me importa perder algo, ya que gané estas letras.”

Esa fue la carta que Alfonso Quintana leyó a su ex, Susana Quiroz, mientras la miraba a los ojos. Al terminar de escuchar semejante declaración, ella respondió.

-No se dice “mas, sin embargo” deberías corregir eso-.

-Gracias por la corrección. - respondió Quintana. Mientras tanto, en su mente exclamaba-¡Maldita perra, haciendo sus correcciones de forma sin detenerse en el contenido! ¡Maldita, maldita ortografía!

                                                              Howard Gastelbondo.



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