El arribo de mi
luz
Tras aquella
espléndida puesta de sol, creí estar seguro de no ver otra cosa
semejante.
Se hacía tarde y
aún no sabía dónde pasar la noche. Lleno de incertidumbre como
cada día, y tirado en aquel asiento de madera astillada que me
incomodaba, miraba de un extremo al otro mientras las luces
artificiales me enceguecían, a la vez que el faro me generaba dolor
de cabeza por su luz intermitente que pasaba una y otra vez sobre mi
rostro hasta hartarme, obligándome a cerrar mis cansados párpados e
intentar dormir, o probablemente morir.
Tras un profundo
bostezo, de esos que cristalizan los ojos, intenté quedarme dormido
a la intemperie a pesar del frío penetrante, pero un fuerte ruido me
sacudió y me hizo erguir. Al mirar hacia la costa, un enorme barco
arribaba tras un extenso viaje. Aquella nave tan hermosa como lo que
sabe hacer el hombre, apagó sus motores al lado del muelle, y tras
unos minutos empezaron a descender sus pasajeros.
Aunque no me lo
esperaba ese día, un sueño cómodo en una cama caliente podría ser
realidad si ofreciera mis servicios a aquellos extranjeros. No
tendría inconveniente en inventarme cualquier excusa para obtener
algún centavo, por ejemplo, servir de guía.
Movido por mi
necesidad, caminé hacia el muelle ya con lentitud, el frío
taladraba mis huesos, y el hambre, mi estómago. Queriendo tener
contacto con ellos procuré saludar, pero me ignoraban tras escanear
mi obvia posición social, y su raza Americana incompatible con la
mía, me convertía en alguien de poca confianza. Esa noche, y hasta
ese mismo instante, mi lucha por sobrevivir fue vana.
Después de ser
ignorado por la multitud, sin más, giré alzando la vista hacia la
deteriorada silla que al parecer sí terminaría siendo mi dormitorio
o quizás mi ataúd. No me percaté de más, y volviendo hacia ella
escuché una voz femenina: "¡Help me please!". Miré con
dificultad hacia la salida del barco ya a cierta distancia, y allí
se hallaba una hermosa dama, semejante al atardecer en su apogeo, con
muchas maletas que naturalmente no podría cargar. Inmediatamente fui
en su ayuda, pero al acercarme, aquel atardecer en plena noche me
congeló más que el frío penetrante de la playa. Escuchando sus
palabras que simulaba con mis gestos entender, comprendí que
necesitaba ayuda, así que echándole mano a las maletas le indiqué
que me siguiera. Hace un instante falseaba mi caminar, pero
extrañamente sentía que un relámpago había caído sobre mí, de
manera que ahora irradiaba poder. Quizás para ella había sido un
simple hombre que por suerte encontró, pero el solo hecho de haberla
contemplado, llenó mi satisfacción, ni siquiera me importaba
recibir algo a cambio. Dormir en una silla al aire libre, ya no era
un problema, como tampoco la muerte.
Llevándola al
hotel, entregué las maletas y ella ofreció darme dinero, unos
cuantos dólares, después de aquello con una dulce e indecisa
sonrisa se retiró. Yo aún no asimilaba siquiera el haber visto una
mujer con su descripción, así que lleno de tranquilidad y emoción,
fui en busca de algún refugio temporal, pero en ninguno aceptaron
aquellos dólares, pues dudaban de su autenticidad. Maldiciendo
dentro de mí, volví a la playa en busca del sillón averiado, y
finalmente me fui quedando dormido a eso de la media noche.
Que sueño tan
reconfortante aunque desprovisto de comodidades, pero justo antes de
las seis de la mañana, fue un leve empujón lo que interrumpió mi
descanso. Abriendo los ojos, creí que aún seguía soñando…
¡aquella dama de la noche anterior!, y ¡vaya sorpresa!, sus ojos
eran tan claros como la mañana. No entendía lo que intentaba
decirme, hasta que ella me tomó de la mano, y me llevó a un café.
Me agradeció articulando un par de palabras en mi lengua, y tras un
gesto cálido se fue dejando una hoja doblada en mi mano.
Cada enero, a eso de
las diez, llegaba por el muelle, y yo estando al tanto de su llegada
iba a recibirla. No sé cuántas veces vino, pero cierto enero no
volvió... no volvió a su hogar, decidió quedarse conmigo
iluminando mi oscuridad cual faro, con la luz de su incandescente
atardecer.
Muzar
Excelente, que cuento tan bello. Logró atraer mi atención inmediatamente.
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