EL PASADO ES UNA
HISTORIA QUE NOS CONTAMOS A NOSOTROS MISMOS
Duver tiene
alrededor de cincuenta años; es flaco, alto y de ojos saltones. Lo
he visto merodeando por todo el lugar; barriendo, cortando el pasto,
el otro día vi que hizo una huerta y que arreglo el tendedero, va de
un lado a otro todo el tiempo; las personas que se mueven mucho
parece que huyeran de algo. Llevo sentado en este mismo lugar casi
todo el día; retraído, observando todo para no pensar. Hace cuatro
semanas estoy aquí y los días y noches pasan lento. No hablo con
nadie más que la terapeuta que siempre pregunta por mi pasado, cómo
si alguno de nosotros quisiera hablar sobre el pasado. Duver parece
buena persona; aunque, él tampoco habla con nadie.
Anoche no pude
dormir: soñé que la habitación donde estoy durmiendo, en el pasado
había sido una pesebrera en la que torturaban gente y que yo estaba
ahí sin poder moverme mientras una cara macabra me susurraba en un
lenguaje que no podía entender. En este lugar he soñado y he
escuchado cosas terribles. También me enteré que Duver no sabe leer
ni escribir porque además lo vi con una cartilla de “Nacho” de
esas con las que te enseñan a leer de niño. Hoy tengo que llenar un
test psicológico que tiene quinientas estúpidas preguntas.
Duver está llenando
el mismo test que yo, él está en una mesa y yo estoy en otra, me
siento como un conejillo de indias. Cuándo terminamos la terapeuta
me pidió el favor que le ayudara a redactar una carta de autoperdón
a Duver. Yo no soy muy bueno hablando pero sí escuchando así que la
mamá de Duver a los siete años lo abandonó, a él y a su hermana
que era dos años mayor y quedaron a cargo de un tío que los
amarraban a un árbol para golpearlos. Un día cansados del maltrato
decidieron fugarse a la ciudad y por jóvenes y solos terminaron en
el cartucho de Cali; su hermana se prostituyó y él quedó como
habitante de calle. Para Duver no es fácil continuar hablando acerca
del pasado aunque ya llevemos un buen rato y yo lo entiendo, lo
compadezco porque ¿quién quiere recordar el pasado? Si el pasado es
una historia que nos contamos a nosotros mismos.
Lo engañaron con
una falsa campaña de la alcaldía, le dijeron que le iban a ayudar a
salir del bazuco y de la indigencia pero se lo llevaron al monte a
cortar pasto, mucho pasto incluso a mí me supo en ese momento la
boca a pasto. No duró mucho porque se fugó y volvió a la calle;
hasta que lo reclutaron de nuevo con engaños los paramilitares. Le
tocó aprender de armas, vestir de militar y botas, sacar tripas,
descuartizar campesinos y tirárselos a los caimanes. Duver está muy
conmovido, en sus ojos se ve un hilo de tristeza y me doy cuenta que
ambos estamos llorando. De repente siento miedo: me imagino a Duver
cortando mis brazos, mis piernas, sacándome el corazón mientras yo
observo todo, entonces recuerdo el sueño que tuve la noche anterior
y entro en pánico.
No digo nada porque
no hay nada que se pueda decir; terminé de escribir su relato, me
levanté y me fui a mi habitación. Hace un mes me las ingenié para
entrar una navaja aunque aquí requisan todo; cosas que se aprenden
en la calle. Dormí con la navaja debajo de la almohada y cuando
desperté, estaba otra vez en la pesebrera del sueño anterior y el
hombre seguía mirándome y susurrando, hice un esfuerzo por ver y
era él, era Duver. Rápido saqué la navaja y cuando se me acercó
le mande una puñalada en una pierna y extrañamente él también me
apuñaló en el mismo sitio. Ambos caímos pero sin pensar nos
arrastrarnos y clavamos la navaja justo en el pecho del otro. El
dolor que me produjo la herida me hizo despertar; tengo la navaja
entre las manos encima del pecho, quizá sea sudor pero hay un sopor
a metal y esta vez el dolor es real. Esta noche murió una sola
persona, Duver.
Catarina 2018
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!