Alfonsina
Strada-Storni
Por Segundo María
Alfonsina
cargaba tinta en las ruedas que le escribían el camino, llevaba
tinta en sus senos y en sus manos, y un poco en sus rodillas. Tardó
mucho en levantar la cabeza, no vio que la ruta no seguía; las
orillas remataban en un puente partido en el abismo del día. En la
caída las plumas quedaron desparramadas, los tinteros fueron las
heridas. Los codos recordaron el límite. Sintió que sus manos se le
iban entre las hojas inconclusas, entre los versos sin rima, en la
meta que la esperaba. Las llantas sobre el asfalto dejaron una larga
línea pintada al costado de los renglones de las agendas amarillas.
Estuvo sentada por largos minutos, que en tiempos poéticos equivalen
a días. Debió enfrentarse al blanco, a la prueba mayor de la vida.
En sus manos estaba la dirección del puente para saltar al otro lado
de los vacíos suspensivos, estaban los rayos de acero que frenarían
el difícil color sin salida. Bastó un codo contra codo, un giro,
escribir de un empujón la palabra que ritmaba con letras y
distancias muertas. Ahora Alfonsina ritma contra el viento, con
fuerza, ritma en un descenso a tumba abierta.
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