El
Día de Dios
Dios creó el mundo
en siete Días y los periodistas se inventaron que al séptimo
terminó muy cansado, tan cansado que se tomó un tecito de pasiflora
para descansar un rato. Pero en esa ocasión se le fue la mano con el
té y terminó durmiendo todo el día, así que, para no quedar mal
ante las creaciones, a punta de rayos sentenció “hoy no se
trabaja, solo se descansa”.
Pasó el tiempo y de
entre tantos que nacieron existió un tal Jesús Realpe, que junto a
María tuvo tres hijas: Nubia, Mirella y Rocío. Seis, de los siete
días a la semana, Jesús llegaba pasado de borrachera a su casa,
maldiciendo a los santos y golpeando sin temor a María,
estrellándole la cara contra el mesón, contra el lavadero, contra
su vida. Nubia trataba de defenderla mientras sus hermanas lloraban,
pero en muchas ocasiones solo se quedaba tratando.
Los domingos Jesús
despertaba muy temprano y prepara el desayuno a su mujer y a sus
hijas. Le daba los buenos días a cada una con un beso en la mejilla
y luego, todos juntos, se dedicaban a ver televisión durante todo el
día. Jesús decía que el domingo era de Dios y que había que
respetarlo.
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