¿Qué? ¿Qué? No te escucho. No, en
serio. No te entiendo nada. Bum bum, latiditos en el corazón; Salsita
memorable: Willie Colón. Acerco sus labios remojados al oído de ella; sus
cuerpos sudorosos se apretaron. "Vamos a otro lugar", susurró. Hubo
sonrisas cómplices. Chaquicha, chachachá, pasito adelante, pasito atrás.
Una algarabía espesa se diluía
por los espacios públicos construidos y modelados por los años y las manos
vernáculas que habían envejecido y solo cabían en los recuerdos de los ahora
danzantes entusiastas. La noche fría se mecía por la ruralidad y ya empezaba a
calentarse al ritmo de la orquesta y de las vorágines sombras apasionadas.
La había visto; andaba con sus
amigas, mostrando su sensualidad y provocando deseos, sus deseos y los de
tantos. Tenía un vestido que le llegaba un poco más arriba de la rodilla,
ceñido, blanco y con puntitos rojos, rojos como sus labios. Eso para él fue un
mensaje, "así las mujeres se ven bien", le había dicho. Trató de
buscarla con la mirada, pero no la encontró. Ella sonreía y sonreía, y su
mirada proyectaba una coquetería hipnotizante. Le dieron celos, temor y rabia;
Quiso acercarse y saludarla, pero prefirió guardarse...
Con una bachata la sacó a bailar.
La cogió de una mano y la empujó hacia él; ella, sorprendida y luego
emocionada, dejó escapar una risita. Lo reconoció de inmediato. Lo había estado
esperando; ni siquiera le dijo "hola"; simplemente se mezclaron en
medio de la gente y se ajustaron al pulso. Los culitos iban de izquierda a
derecha, de arriba hacia abajo, temblando al ritmo de las pisadas. Se miraron a
los ojos, se sonrieron. Las manos tibias sujetaron su cadera, tomaron confianza
y se fueron atrincherando. La froto y acarició, luego la apretó suavecito, con
más fuerza, hasta clavarle sus pretensiones. Ella, por un milisegundo, abrió
más sus grandes ojos y sus pupilas se hincharon; sus labios se estremecieron.
No hubo resistencia, por tanto, él, de forma un poco violenta, agarró los
muslos de ella y los arrastró hacia su cuerpo. Sintió su sudor tibio; sus ropas
humedecidas se pegaron y fundieron en una mezcla de olores y tentaciones. Su
pecho se juntó con sus senos; sus pelvis se posicionaron de tal forma que sus
sexos casi se encuentran.
La miró y no se decidió; le dio
pena, le entró la cobardía. Se dio un golpe en la pierna y apretó sus dientes:
"Para la próxima". El sonido terminó y ella miraba y reía, reía para
todos y para la vida. Acariciaba su cabello, cruzaba sus piernas y relucía su
piel cálida y dorada. Su cuerpo saludable imprimía una fragancia ostentosa,
sutil y agradable que entraba por todos los sentidos y daba paso a la
imaginación.
Sonó la música, y en medio de la
vacilación, la vio siendo sujetada por alguien, casi secuestrada, perdida entre
las personas. No paró de observarla; ahí estaba y cómo disfrutaba. La miro
excitada y feliz; cuando la canción pronunciaba sus frases, ella se ahogaba en
hondos suspiros: "Si te robo un besito, a ver si no vas conmigo"...
La situación se tornó bochornosa para él, no sabía qué hacer, entro en pánico y
lo envolvió la ansiedad, dio un golpe a la mesa y decidió esperar, esperar a la
próxima canción; ahí tendría la oportunidad de reclamarle y desquitarse.
La música se detuvo, pero ella se
fue a un rinconcito, si, con el otro, allá conversaban, y si, el otro vigilaba.
Cuando sonó el compás, no hubo tiempo. El otro se la llevó e iniciaron el
baile. Más que baile, aparentaban ser vampiros; sus movimientos solo reflejaban
una sensualidad intensa. Era el colmo, permaneció atónito; le dio asco, pero
también sintió una excitación incómoda. Se desilusionó y estuvo a punto de
echarse a llorar, de impotencia, de celos, de algo. No soportó aquellas escenas
y decidió abandonar el sitio. Se fue alicaído, consumiéndose en la cada vez más
fría noche, mientras las palabras y los ritmos también se desvanecían consigo:
"Sé que nunca fuiste mía, Ni lo has sido, ni lo eres, Pero de mi corazón
Un pedacito tú tienes, Tú tienes, tú tienes, tú tienes".
No fue el único en ausentarse.
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