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¿Eliana? ¿Sos vos?
En la esquina de una pieza sucia
y vacía, chillando en posición fetal, mi amiguita de la infancia se escondía de
mí. Lo que escuché era agraviadamente cierto: a Eliana le sacaron todos los
chécheres a la calle, la dejaron sin donde caerse muerta. Me acordé de la
difunta Doña Mariela, su mamá, y de las veces que nos brindaron aguapanela
cuando ni ellas tenían para comer.
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Eliana, vamos. Tenemos que salir de aquí, por
dios.
La agarré como pude y salimos. No
cogimos nada, porque el desgraciado que la sacó, le dañó todas sus cositas
cuando las tiró por las escaleras de ese inquilinato.
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¿A dónde me lleva, Cristina? En su casa yo no
puedo estar, allá está su...
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No vamos para mi casa, egh. Y no me vaya a
empezar a atercar, Eliana. Vamos es a ir a conseguirle una pieza. Yo se la
pago, no se preocupe.
Recogí unos trapos viejos para
que se pusiera en el camino y comencé a andar. Ella se quedó parada en medio de
la calle.
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Mine, por mi casa están arrendando.
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¿Por su casa? Cristina, yo por allá qué trabajo
voy a conseguir. Mejor vamos pal centro. Son más baratas y todo.
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¿Pal centro? ¿Vos te enloqueciste? No, por allá
no me asomo ni loca.
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Cristina, volvete seria, en ningún otro lado me
van a arrendar. Además, allá yo sé que me puedo levantar alguito.
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Agh. Caminá pues.
Me guardé bien mi celular. El
iPhone 8 en estos tiempos no vale mucho, pero harto que si había camellado para
conseguírmelo de segunda. En el taxi le iba diciendo a Eliana que también le
iba a colaborar comprándole un colchón y unas sábanas mientras conseguíamos
para una cama. Nos bajamos en la calle 10 y cogimos camino con el solazo de las
once de la mañana quemándonos el cuero.
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Por aquí, en estos días vi que arrendaban
piecitas cerca de los almacenes.
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Esto por acá es muy peligroso, Eliana.
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Vos desde que saliste del barrio te has vuelto
muy miedosa.
Y a lo mejor era cierto. Desde
que me casé y me fui a vivir al Caney, todo me parecía peligroso.
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¡Corré! ¡Nos van a robar!
Ni miré atrás. Eliana me cogió de
la mano y me arrastró por las calles del centro. Me pareció increíble que
robaran a plena luz del día. Menos mal mi amiga conocía y era avispada, porque
del susto me habría quedado tiesa. Comencé a llorar mientras corría,
tropezándome a cada rato. Los ladrones nos pisaban los talones y nada, no
conseguíamos volarnos. Rezaba para que Eliana supiera donde estábamos porque yo
ya me había perdido. Entramos a un centro comercial desierto. Nos trepamos al
segundo piso y corrimos entre los almacenes desocupados, los pasillos cada vez
eran más angostos y la desesperación me atacó. Todavía sentía a esos ladrones
en la nuca.
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¡Eliana! ¡Eliana!
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¡Tírate por ahí, rápido!
Y me empujó por un hueco donde
antes había una escalera. Caí de nalgas al primer piso, y me paré rápido a
pesar del dolor para que Eliana se tirara. Justo enfrente había una cortina de
almacén medio abierta. Se veía la calle y por ahí nos podíamos salir sin que
nos alcanzaran. Yo dije coronamos. Ella no se tiró, y escuché a uno de los
ladrones zangolotear a mi amiga. Lloré más pensando en qué le harían, hasta que
uno de ellos gritó y me puse pálida.
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¡¿Pero vos por qué me seguís trayendo viejas si
las vas a dejar volarse?!
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