VII Concurso del cuento corto, INCENDIARIO FÚNEBRE

 



Despierto en el sonido grave, pero silencioso de mi consciencia.

Acusa a alguien.

Respiro, está a mi lado, escucho sus latidos en mi pecho apresurados abatiendose contra el cielo y el infierno.

 

Demasiados silencios, pregunto: ¿Hay alguien ahí? ¿Habita alguien ahí?

No hay sonido alguno.

 

Escucho murmullos, unos pasos aproximándose. Debería sentir una alegría continua, sin embargo estoy aterrorizada.

Me apresuro a ser alguien más, a olvidar quién soy o dónde estoy.

 

Me mira fijamente diciendo: ''Hola, te he estado esperando''

De mí solo sale una ingenua sonrisa despreocupada, y entonces nos apresuramos a pasear como todos los Domingos.

 

Tu mano en mi mano.

Nuestro amor estaba consolidado bajo el fuego mortal.

Sentí sus dedos junto a los míos, todo se nubló.

 

Iba caminando hacia un abismo nublado, oscuro e inexistente. Tu voz no sonaba como el amor. Tus ojos no se alineaban para ver las estrellas. Nuestros besos eran tan suaves e incapaces de hacer surgir algo bajo mi piel.

 

Despierto, bajo la consciencia despiadada.

Lanzas un te amo discontinuo, pero no se siente como amor.

 

Corro, corro hacia el lugar el cual grita mi nombre.

Está ahí: Fuerte, atroz, desproporcionadamente cruel.

Me mira y tengo miedo.

Sus palabras completan mis huesos rotos para romperlos continuamente.

 

Se acerca a mí.

Exigiendo sus propias reglas.

Me grita espantado por lo que soy, por lo que fuí.

 

Se abalanza contra mí, empieza a golpearme desproporcionadamente, sus puños entran hasta las entrañas de mi alma y se siente como una caricia, un beso de los ángeles.

 

Golpea tan fuerte en proporción a su amor.

Me desvanezco de repente y pierdo la razón.

 

Despierto, escucho los sonidos de su corazón, susurra un nombre, es mi nombre.

Estoy sangrando.

Se siente tan húmedo, escurridizo, colgante, satisfactorio.

Rodeada del color del amor. No puedo moverme. Respirar quema.

Lo veo desde el piso, está sumergido en un llanto incontenible.

 

Derrama sus lágrimas.

Apenas puedo entenderlo.

¿Qué lo hace sentirse tan triste?

 

Miro sus ojos llenos de lágrimas, desbordándose.

Bajo mis labios desprendo una leve sonrisa, espero querer darle alivio.

Contusión, laceración. Pronuncia dos palabras con tanto desdén, furia y emoción. Dice: "te amo''

 

Sé que lo hizo por amor. Se acerca y me besa.

 

Despierto, una vez más. Estoy en el cielo. Aún no. Pero, se siente como volar.

Avanza rápido.

Esta vez estoy colgada, amarrada con fuerza. Apenas siento mis extremidades. En mis pies hay leves cortadas. Estoy desnuda como cuando vine al mundo, lista para marcharme.

 

Comienza a supurar el dolor por cada breve corte.

Gotea la sangre en el piso blanco formando figuras.

Va manchando cada parte. Intenta hablar.

Mis heridas dicen algo.

Pintan figuras, rostros. Me estoy desangrando por amor, pienso, mientras cuelgo en el dolor.

 

Transcurren días, meses.

Se sigue pintando el piso.

Intentando hablar. No entiendo sus palabras, ni sus imágenes.

Se acorralan, se esconden, superpuestas les busco el sentido.

Bocas, ojos. Miradas.

No hay nada. No veo nada.

 

Despierto. Estoy enamorada.

Viene él, ha caminado hasta donde estoy.

Volví a existir porque ahora él está aquí.

Se aproxima. Acaricia mi cuerpo deshidratado.

Sumerge sus dedos en cada herida con profundidad.

Lento. Me retuerzo de dolor.

Sudo.

 

Te ves tan hermosa, ha susurrado.

Ahora lo soy, pienso.

 

Rasguña mi piel con sus frías manos, entonces sangro más.

La sangre brota a borbotones.

Recorre la blancura.

Dibuja una vez más.

 

Aquí estoy, me susurra.

Minutos después nos hemos sumergido en el llanto, un llanto de alegría, de victoria, de lucha, de amor.

 

Debo matarte, dice. Debo matarte de amor.

No sé a qué se refiere.

Me mira con tristeza. Me sonríe, pone su mano en mi corazón, siento punzadas, me siento ahogada.

No, ¿ Jim qué has hecho?

 

Mira su mano.

Está sangrando. Sangra.

Miro mi mano, llevo un puñal.

Lo he matado. Jim te he matado por amor.

 

La sangre forma figuras que forman rostros cobrando sentido.

Miro abajo. Ahí están.

Todos los que alguna vez amé.

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