VII Concurso del cuento corto, RETOÑO DEL SOL PENSANTE

 


Domingo, te escribo en mareas descarriadas por el oleaje lunar de pensamientos que absorben mi figura en esta tarde venidera. Con tablas de vinilo y trucos de garaje, abro sin titubeos el portal existencial que acarrea mi existir.

Cae la hojarasca otoñal frente a las yemas de ideas que componen mis manos y voz. Y al ritmo penetrante del tambor canto mis plegarias a costa de un gramo de vida.

 

“¡Oh! Domingo, domingo. Susurro en compañía de la rosa malva. El sol nos observa reflejando sus hilos eternos. ¡Ay!, qué hilos hermosos. Qué hilos embusteros. Qué existencia deleznable.

Ayer, fui yo por última vez. No, no morí -aunque mi sabio profesor de filosofía sí lo haría en su litera de ideas y libros, al observar cómo negué dos veces sin recordar que esto constituye una afirmación-. La danza del Sol final en mi vida se manifestó en la tragedia de abandonar lo que debía ser, lo que supuse ser.

 

¿Cómo se pretende contar una historia que nace de lo incontable? ¿Cómo disipar las dudas de lo tangible? ¿Cómo retoñar en medio de la nostalgia del lecho de muerte? Tantos "cómo", tantos "por qué", tantos nosotros, tan poco yo. Tanto tú, tanto él, tanto ella, tan poco ser.

¿De qué sirve divagar en el espacio ardiente de los sueños? ¿Cuál es el valor de pensar en el mundo que arraiga el dolor cotidiano? Tantos de que, tantos cuáles, tantas preguntas, tan pocas respuestas.

Todo empezó en la suavidad de la lana que envuelve los recipientes que ignorantemente la ciencia llamó cuerpos. Me pregunto ¿Quién soy para llamar ignorantiam a la ciencia madre?

El remanente de tiempo que encargó la suprema deidad para cuidarme, se perdió en la inmensidad y la gravedad natural del no querer cuidar un error en vida. Eso es lo que soy. Aunque, me conflictúa hablar de mí mismo desde el soy, ya que el ser no está, se perdió. El ser, el yo, no fue, no soy.

Escucho una voz que me llama. ¡Maldita voz que me hace dudar! Te maldigo a vos y a tu voz. Sí, maldigo sin saber quién sos, pero lo sos. Mi limitada mente, consternada por la necesidad pretenciosa de esconder la estupidez inherente a mí, pierde el rumbo. Se ve obligada a seguir el murmullo de la añoranza, uno que no recuerdo conocer- y en el caso de haberlo olvidado, prefiero dudar y no escudriñar el porqué- uno que suena al timbre de mi morada, a la nota de la miel oscura y densa que pudrió mi hogar perdido.

¿Qué busca esa voz? No soporto la incertidumbre. Pero, pueden notar que soy incertidumbre. Soy ironía. De nuevo caigo en hablar desde el soy, ¿No había dicho ya, que yo no era? ¡Ya basta! ¡Basta de mí, basta de ti, basta de todos! Si buscas mi verdad, tendrás la transparencia que ilumina el alma de un nostálgico de esos de antaño, un melómano de voz. Un idealista fracasado. Eso soy. Vuelvo a ser yo.

Entiendo que la voz es mía, que la visión del pasado me persigue, que todo el peso del adiós me pertenece. La historia, el dolor y la melancolía del porvenir me atañen; así lo destinó el Sol, así lo profetizó el rayo sagrado.

Está bien, me digo. Si ayer fui yo por última vez, el retoño del Sol pensante me hará ser por primera vez. Un día, dos días, tres días... Por toda la magnitud eterna de la vida.”


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