Me encontraba en la casa donde
había crecido. No sabía por qué estaba allí; hacía años que no vivía en esa
casa, pero aun así, ahí estaba yo, recorriendo sus pasillos. No era una casa
muy grande: tenía una sala pequeña, una cocina, dos habitaciones, el patio y el
baño. Podría jurar que era de día, pues estaba todo muy iluminado.
Fui paseando por cada habitación,
recordando todos los momentos que había vivido.
Aunque era la casa de mi infancia
no todos los recuerdos eran muy felices. Tenía una sensación de tristeza,
aunque no sabía si era por la nostalgia o por algo que no recordaba con
claridad. Pero, a pesar de eso, estaba todo tal cual lo recordaba: los ladrillos
intactos, la sala a medio pintar, la grasa y el ambiente fúnebre de la cocina
seguía igual, los cuadros y pinturas en lo que había sido mi cuarto permanecían
en su lugar. Esto resultaba bastante extraño después de haber pasado más de 5
años sin vivir en esa casa.
No solo eso era extraño; también
vi a mis padres y a mis dos sobrinas. Iban corriendo por el pasillo, como si
estuvieran huyendo de algo. Ya de por sí, el hecho de que yo estuviera en esa
casa era demasiado extraño, el verlos correr hizo que surgiera en mí una mezcla
de intriga y miedo. ¿Qué hacían ahí? ¿De qué huían? ¿Debería salir a mirar?
Me ganó la curiosidad, así que
salí de la habitación y me asomé hacía el pasillo para ver qué sucedía. No
podía descifrarlo y quise ir a la cocina, un gran error. Estando ahí todo se
tornó aún más tenebroso. Salí de la cocina y mi cuerpo quedó paralizado, una
sensación helada recorrió mi cuerpo y no me dió tiempo de pensar en nada, salvo
en los gigantes tentáculos que se acercaban poco a poco, entrando en cada
rincón de la casa en busca de algo. Nunca en mi vida había visto algo de tan
gran magnitud: eran unos tentáculos grandes y gruesos, cubrían todas las
paredes, lo que hacía difícil ver de donde provenían en realidad; no sabía si
salían de las mismas paredes, si era la misma casa o si pertenecían a alguna
criatura que era demasiado grande como para poder entrar por la puerta.
Necesitaba saber qué era esa criatura, pero sentía demasiado miedo. De algo
estaba segura: no sé por qué, no sé de dónde tenía esa idea, pero algo me dijo
que eso venía por mí.
Rápidamente, mi primera reacción
fue correr hacía el patio, donde suponía que se encontraban mis padres. Se me
hacía muy difícil ver, aunque al principio juré que la luz que iluminaba la
casa era la del sol, estas estaban titilando, pero no podía distinguir ningún
bombillo. La casa era pequeña, pero sentía que corría y corría, y que cada vez
llegar donde mi padres se me hacía más lejos.
Llegué finalmente al patio y pude
verlos: mis padres y mis sobrinas. El terror era evidente en cada uno de sus
rostros, y yo me llené de miedo, pero no podía permitir que les pasara algo,
así que lo primero que se me ocurrió fue meterlos al baño. Entramos; estaba
todo muy oscuro. Puse a mi sobrinas detrás de mí y nos metimos a la mohosa y
húmeda ducha, cerrando la cortina de esta cual escudo protector. Tomé una vara
de metal que se encontraba ahí, pensando, muy ingenuamente, que eso nos podría
ayudar contra el gigante monstruo que nos buscaba. El sudor recorría mi frente,
el miedo invadía mi cuerpo, pero la valentía se adueñaba de mi mente. Pensaba
que tenía que defender a mi familia contra lo que fuera. Mi corazón latía cada
vez más rápido mientras veía la sombra de los tentáculos buscándome en cada
rincón. Poco a poco se fueron acercando, yo me llené de valor para dar el
primer golpe... Entraron, recorrieron parte del baño, se giraron hacía
mí...Pasó algo inesperado: se estaban reduciendo a una forma que no podía
distinguir. Me paré firme, agarré con fuerza la vara, abrí la cortina, cuando
de repente... Me vi a mi misma frente a mí, y... Abrí mis ojos.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!