Cae el manto oscuro sobre la
ciudad que ilumina al sultán de las tinieblas. Tras el marco gris de mi
ventana, observo con claridad la lucha de los polos por prevalecer en las horas
enigmáticas. Lápiz en mano, libreta y corazón en cuerpo.
Con la brisa de la noche, viaja
el alarido infernal de mi vecino, que a los mil vientos blasfema su soledad.
-
Hermano, ¿cómo es posible vivir en un mundo tan
contaminado? Sepa escuchar lo que diré, se lo ruego. Humanidad asquerosa,
dioses avaros y vida defectuosa; es lo que pienso de este mundo ruin.
¿Hermano? ¿Me estará hablando a
mí? No logro distinguir las sombras que se esconden tras la tela gruesa de una
cortina, que más que hilos, parece estar elaborada con el cemento rencoroso que
compone al hombre.
-
Hermano, quiero decirle que todos se pueden ir
al carajo, ¿no lo cree también?
No descifro el enigma del
hermano, ¿soy yo? ¿Hay alguien más que esté a su lado?. Sin importarme aquello,
me invade el deber de responderle; de acompañar sus dudas, su existencia y sus
miedos en el renacer de los muertos. ¿Qué si lo creo?, ¡hermano, lo vivo en
carne y hueso! En lo efímero de mi sonrisa perdida con cada tac del reloj; con
cada tic al cambiar la hora, con cada decisión que abre la tierra y cava la
tumba que llevará mi nombre. Lo rezo al amanecer, al atardecer y al anochecer,
con la voluntad sagrada destinada a los fracasados como usted y yo, ¿No lo
cree?
-
Y, ¿dónde me deja al anhelado nirvana? Eso más
que un estado de plenitud, es el falso guion que lleva a la desesperanza; que
nos lleva por allá al limbo entre la vida y la muerte
Libreta en mano. Pienso que de
esta casualidad, nace la causalidad que vomite mis sentimientos rancios sobre
el papel. Pareciera que me habla, que me invita a una copa de su sufrir, sin
siquiera decirme su etiqueta, ni el año, ni el sabor, ni el motivo. ¿De qué
nirvana hablará? Al igual que él, soy un hombre sin fe en lo majestuoso, que no
traga el dulce engaño de ser feliz en plenitud; he escuchado cuentos chinos más
originales y factibles que ello.
-
Los que gobiernan, los que agonizan, los que
disfrutan, los que lloran... Todos...
¡Todos están sin
vida! ¡Todos lo estamos!
Qué intrincado es hablar de un
todos, de un nosotros. La unidad, en el mundo que separa a los que encajan de
los que fichan como bichos sin merecimientos, parece ser la utopía de los
últimos incautos. Aunque me invade la duda, ¿Será esta filosofía un camino de
vida?, o ¿es producto del aroma hipnótico que desprende la bruma cuando se
acercan las tres?
-
¡A mí me importa un bledo y medio el tiempo!
Construcción innecesaria brotada del miedo humano frente a lo inexplorado.
Temerosos de aquello que solo sale cuando el hombre acepta su naturaleza.
Deberían huir de sí mismos.
Qué delirio religioso dar un
“amén” con cada bodrio versado que ha brotado de su vena trastornada. La basura
vocal, que emerge de su figura pálida y escurridiza, es la representación de lo
que siento; dos soledades, divididas en cajuelas de ladrillo y resistencia.
¿Quién no cedería al llanto
convulsivo? ¿Qué ser le haría frente a la sombra de vaho que sale del espejo en
las salas y los cuartos?
Dele y dele, piense y sufra
viviendo los interrogantes venideros. Es una tertulia silenciosa y absurda. Dos
sombras elevadas en la distancia del cielo que ha acompañado sus miserias.
Tic, tac... Tic, tac...
-
¡Ya van a ser las tres! Estoy preparado para
que sean las tres.
Tic, tac... Tic, tac...
Comunicando sus profundos
monstruos, mi vecino vocifera por última vez su versículo favorito:
“Sírvame otro que a las tres
me lleva el diablo”
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