VII Concurso del cuento corto, DISCURSO DE UN DESENCANTADO

 


Son las tres de la madrugada, afuera la lluvia cae cual torrente e inunda la calle de barro, no puedo dormir, siempre es lo mismo, eterno es el instante que se me escurre entre las manos. Quisiera no pensar en él pero su recuerdo atormenta mi conciencia, cierro los ojos y lo veo, el recuerdo de sus palabras me susurra al oído y entonces pienso que enloquezco. He decidido rememorar lo último que me dijo, porque desde ese día tengo la leve certeza de que mi estirpe está maldita y ahora debo afrontar mi destino; lo insoportable de mi existencia.

 

Era Enero, hacia la aurora se alzaba un sol que infundía insoportable calor sobre la pobre ciudad, sus rayos se desplegaron por sobre las altas montañas y llegaron como una bendición que nadie merecía. De nada servía que allá, entre los árboles, los pajaritos entonaran su canto matutino, ni que la vida brotara con tanta lozanía y brillantez; puesto que ya dentro de la urbe sonaba la algarabía que tanto fastidiaba al viejo. Las calles rebosaban de gente triste y gris que caminaban atropellandose mientras ocurria el primer asesinato del día, lo normal, lo que la gente emponzoñada tenia por normal, la ironia de vivir la miseria como una fatalidad natural.

 

Serían las diez y el anciano yacía en el suelo entre sábanas sucias, botellas de vino y libros. cuando se despertó, luego de quién sabe qué sueños de inframundo, volvióse a la realidad el anciano de los mil demonios que vivía y gozaba de un cinismo envidiable. Abrió los ojos y deseó no hacerlo más, aturdido y confundido maldijo el hermoso día, se levantó de mala gana, pasó su mirada por sobre el desorden reinante y de nuevo busco la botella de vino para llevarla a la boca. Vacía. Salió a la cocina, nada, nada que comer, vacía también la nevera. vacío como el que sentía cada instante, profunda tristeza heredada.

 

En la tarde dimos un paseo por las laderas del río, era hermoso el ocaso y el cielo era una fusión de colores agradables para la vista. De repente, se paró llorando y me dijo - hay un demonio dentro de mi alma empeñado en hacerme ver las más horribles imágenes y oír los más espantosos pensamientos, lo veo a través del espejo, soy yo, y sin embargo, ¿quien soy?. Hay en lo profundo de mi conciencia una voz que, lo acepto, ignoro de quién pueda ser, eternamente palpitante roe mi ser y se satisface al hacerlo. Hoy, por ejemplo, me levanté recitando palabras que eran un intento de poema, la voz me decia asi:

 

Íntegro y eterno como el tiempo,

entre el humo y la noche te presentaste ante mí,

verbo y carne se conocieron,

con lágrimas en los ojos viste el dolor que no tiene fin.

 

Noche tras noche te soñé,

 a imagen y semejanza te invente,

dia tras dia, iluso, implore tu calor,

suerte la mía que la soledad me abrazó.

 

Otros caminos tome, otros senderos palpe,

y entre las sombras me encontré,

tal vez me perdí y nunca fui lo que puede ser.

 

Eternidad, fuego sin límites,

dulce pena que al vulgo excitas,

Llevame, apaga de una vez esta chispa maldita.

 

Atraviesa el corazón que tanto dolor me inflige

con la daga vigorosa que en tu diestra reposa,

soledad fue la vida hoy y ayer,

acaba de una vez con este atormentado infiel.

 

La culpa no es tuya, lo se,

perfecta tu creación es,

la culpa es mía que entre tanta oscuridad no aprendí a ver.

 

Escuchad hijo: no existe camino hacia la verdad, el mundo está lleno de penumbra y oscuridad y poco más. Incierto sueño compartido, maldición de conciencia que nos concierne a todos a la vez que nos quema. Vana es la esperanza de algo duradero y verdadero, ingenua la idea de una realidad perfecta, aquí todo es efímero y todo ha de perecer. Pero basta, no estamos aquí para eso, quizás debamos alejarnos de la placentera satisfacción de lo burdo y mundano, no dejéis que vuestro miedo os tome las riendas de vuestro destino como a mi, es preciso ser valientes y afrontar el infierno que arde en cada uno de nosotros.

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