Antes de levantarme discutimos
quién tendrá el mando, somos 4 personalidades y en teoría yo soy la anfitriona.
Hoy me desperté, y frente al espejo encontré una mujer de pie que no tiene ni
idea de quién es, ese día no halle el carnet de la tienda en la que trabajo.
Sin embargo, hoy no es un día
para reflexionar. Debo cumplir con mi promesa del otro día, debía encontrar a
mi hermana frente a la cafetería del bulevar. Un beso en la mejilla izquierda,
un resumen de la semana en Bogotá y lo maravilloso que había resultado ser el
jardín botánico en plena temporada de orquídeas; una vez terminado el desayuno,
mi hermana le pareció buena idea preguntar por mi trabajo, no supe qué
responder. Desde hacía meses estaba siguiendo el plan que María había
propuesto, lo que implicaba no tener un trabajo fijo.
Cumplido mi deber con mi hermana,
tuve tiempo para caminar por el centro de la ciudad. No, nada en el centro era
lindo, al menos no para mí, pero necesitaba una coartada. Después de pasar tres
horas entrando y saliendo de distintos centros comerciales, opte por comprar un
par de zapatos, los últimos se habían arruinado con sangre.
El sábado no tuve que trabajar y
pude sacar las pertenencias del niño, el martes llegó la policía a mi puerta,
preguntando por un niño que se había perdido desde el jueves. No había mucho
que decir, además no había nada que pudiera involucrarme con su desaparición.
Por otro lado, me torturaba la idea de que alguien lo hubiera escuchado gritar
cuando intentó huir de mí.
Aunque fui eficiente en el último
homicidio por la tarde, tenía la sensación de que había olvidado algo. Cada vez
era más complicado mantener un equilibrio con Julieta, Isaac y María. Todos
quieren tomar el control de mi cuerpo y mi mente. Julieta no estaba de acuerdo
con los homicidios y amenazó con entregarse a la policía, en ese momento María
tomó el control. Desde entonces no he vuelto a escuchar a Julieta en mi mente.
Todo parecía ir con normalidad,
pero Isaac quiso volver al campo, él estaba convencido de que habíamos fallado,
faltaba algo. María me controlaba con más regularidad de la que se había
acordado y por eso en algún momento había extraviado el carnet de mi trabajo.
Busqué el carnet por horas, pero no estaba en ninguna parte y el campo estaba
infestado de policías.
A los tres días, cuando realizaba
la primera venta en la tienda, en las noticias informaban sobre el avance de la
investigación de un asesino responsable de la muerte de cinco niños, sentí como
se me revolvía el estómago. Habían encontrado al quinto.
Esa misma tarde me ausenté del
trabajo, indiqué que estaba indispuesta. Al llegar al apartamento, Isaac
sugirió huir, pero no quise hacerlo. Yo había dejado todo en manos de María,
ella me aseguraba que no se había equivocado en nada y que el carnet no era un
problema. Esa noche la policía tocó nuevamente mi puerta.
La comisaría era fría y gris.
María me aconsejó que mantuviera la calma, todo estaría bien, yo no había hecho
nada malo, no me podían inculpar. —Tenemos un par de preguntas, señorita Sara
—dijo el policía con mi carnet entre sus manos.
No logró intimidarme con su
actitud. No sé cuánto tiempo pasó, hacían la misma pregunta una y otra vez. En
algún punto empecé hablar sobre María, la describí como una mujer hermosa, que
deseaba ser madre más que a nada en el mundo y yo no era capaz de negarme a sus
caprichos. Ella quería un hijo y yo se lo iba a dar.
—El problema es que María no
estaba conforme con los niños que en un principio ella escogía, por ende tocaba
matarlos —Comente y el policía palideció. En una esquina estaba María, sus ojos
me decían que todo había acabado. Ninguno de mis esfuerzos había valido la
pena, yo había fallado. Le pedí al policía que por favor sacara a María de mi
vista, no toleraba su decepción, él se limitó a recordarme que solo había dos
personas en la habitación.
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