Eran las tres de la madrugada cuando Emma despertó a su
hermano.
-
¡Mira las luces, Will! -le dijo-. ¡Tenemos que
continuar jugando!
El niño se incorporó de un salto y se dirigió a la ventana,
desde donde pudo apreciar unas luces extrañas que flotaban sobre la ciudad.
-
Entonces... ¿es cierto?
-
Así es.
-
¿Cuánto debo sacar?
-
Seis.
Will tomó los dados, pero no se atrevió a tirarlos. Se
estremeció al pensar que el destino del mundo estaba entre sus manos.
-
¿Podemos detenerlo? -preguntó, temiendo lo peor.
-
¡Por supuesto! -Respondió Emma, sonriendo-. ¿Qué
podría pasar en una noche tan fresca y agradable como esta?
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