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Concurso de Cuento corto: La Paz se hace letra 20.17: Al despertar no era yo.



Al despertar no era yo.

Ese día me levanté como de costumbre, pero al verme al espejo comprendí que no era yo. Me cepillé los dientes, lavé mi cara y me afeité. Mi cabello tenía ciertas pintas blancas, ya no era negro. Tenía canas, fue una sorpresa para mí. ¿Por qué había amanecido con este aspecto?, me pregunté. Me introduje en la ducha, me bañé, sentí mi cuerpo arrugado, la piel se sentía como de papel, no me reconocía. Pensé que estaba en un sueño, en un mal sueño, afirmé. Reflexioné -es una pesadilla- sueño que soy un viejo. De hecho me costaba la respiración y mi corazón se aceleraba con facilidad. Salí del baño, tomé mi toalla, y al dar un paso, sentí como mi rodilla falseó, hice caso omiso. Sequé mi cuerpo lo que más pude, mis brazos no respondían con facilidad, era una sensación de pesadez. Total, en los sueños, es sabido, que ni los brazos, ni las piernas hacen lo que uno ordena.

Después escuché una voz, aquella persona gritaba mi nombre, entre un tono de enojo y compasión. -“Don Carlos”- una y otra vez, no respondí, no sabía de quién se trataba, además, no era la voz de mi mamá. Entré al cuarto donde había despertado, supuse que me pertenecía, mientras estaba dentro de aquel sueño. La verdad, lo único que me producía miedo, era el hecho de estar viejo, de resto, por ahora no me aterraba nada. El cuarto estaba pintado de azul con blanco, las paredes eran muy lindas, y mi cama, la cama donde había despertado era cómoda y grande, más grande que la mía. De repente entró a mi cuarto, una señorita, tuve pena, pues solo había cubierto mi parte baja con la toalla. Me arropé de inmediato con la cobija que estaba allí.

La señorita dijo: “-Don Carlos, lo he estado llamando para que tome su desayuno, se nos va a pasar la hora de las medicinas-”.

¿Medicinas?- pregunté.

-Sí, la medicina de la presión y de la…-

-la interrumpí, la presión, ¿sufro de la presión?-pregunté- a lo que asintió con su cabeza. -Qué extraño- pensé. Este sueño es muy real, a lo que seguí preguntando, ¿y, desde hace cuánto sufro de la presión?, a lo que respondió de manera dubitativa:

-Hace como tres años Señor-.

-Comprendo-. Bueno, sí señorita, espere un momento afuera mientras me visto, ya salgo a desayunar, y a tomarme las pastillas. Sonrió y salió de la habitación. Me senté en la cama, y vi que al lado tenía la ropa que debía colocarme, sonreí, es normal en los sueños, uno no sabe de dónde aparecen las cosas, pero aparecen. Comencé a vestirme, primero las medias, después el pantalón y por último, mi camisa. Me puse de pie lo más rápido que pude, y sí, me sentí agitado, sentí que la respiración era más rápida de lo normal y que mi corazón latía a millón, a lo que pensé:- sí que necesito tomar mis medicinas-.
Salí de la habitación, caminé por el pasillo, llegué al comedor y estaba el desayuno servido, no tenía café, supuse que por la presión, pero ahg, me encantaba el café. No refunfuñé más que para mí.

La señorita dijo: “-Don Carlos, hoy está de buen semblante, será porque viene su hijo a verlo-.”

-¿hijo?- pregunté.

-Sí, Gregorio dijo que vendría hoy con su nieto a visitarlo, hace tanto que no vienen-.”

-Mmm, ¿y por qué vendrán?-

-porque no pudieron venir ayer a su cumpleaños, usted se acostó algo triste por eso.-”

-¿Ayer cumplí años?-

-sí.-

-¿Cuántos?-

  • 85-.
  • ¿85?, No comprendo señorita. Esto es un sueño, no puede ser que me refleje ante el espejo como un anciano, yo apenas tengo 20. La señorita permaneció callada, mientras yo, sin querer, porque no quería, seguí comiendo mi arepa simplona.

-A ver, Don Carlos, tomémonos la pastilla, juicioso como siempre.-”

Le miré, la verdad estaba confundido, no quería tomarme nada. Accedí. En el papel de la señorita decía: “a las 10 la pastilla para el Alzheimer y a las 10:30 la de la presión”.


Firma: Sophistes.

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