Sin dormir
Eran las tres de la
mañana, me había tomado más de dos té de manzanilla y un vasado
de leche caliente. No tenía sueño desde hace varios días. A las
doce empecé a leer un libro, coloqué música relajante y me desnudé
aprovechando lo tibio del clima. Un poco desesperado, me levanté, me
vestí y me senté en la sala de mi casa a fumar; me dominaba la
ansiedad y me sentía desolado en mi cama. Después de terminar mi
cigarro me abrigué y me fui a caminar por el vecindario.
Tres y cuarenta y
cinco. Seguía caminando porque me relajaba más que estar sentado o
acostado; había avanzado ya alrededor de 6 cuadras, hacía frío y
me sentía mareado; sentía estrés, me dolía la cabeza y mis ojos
estaban muy rojos y vidriosos. Estaba muy angustiado de no poder
dormir; me hacía falta esa tranquilidad, me hacía falta algo de
compañía.
Habiendo
llegado a un parque, me senté en una banca y encendí un cigarro; me
lo fumé con mucha apetencia. Me quedé observando lo vacío que
estaba el parque, solo habían dos personas como a un kilómetro de
distancia. Mientras exhala el humo, escuché que una de aquellas dos
personas gritó algo. La otra persona se alejó unos pasos mientras
el otro se acerca con gestos muy violentos. Me interesé en lo que
estaba ocurriendo; cuando me decidí a enfocar, vi claramente a un
hombre entre los 35 a 40 años y a una mujer entre los 30 y 35.
Estaban discutiendo álgidamente; el hombre se le notaba ofuscado y
agresivo, la mujer lucía atemorizada. En aquella disputa, yo solo
estaba esperando el momento cuando él la agrediera.
Y no se demoró, el
hombre le pegó un puño muy fuerte en toda la nariz, yo estaba
impresionado por tan violento sonido. Viendo eso, me levanté de la
banca y me fui retirando mientras encendía otro cigarrillo. Me
precipité para abandonar aquella escena, no deseaba ser implicado
ante algo que no era de mi incumbencia; sin embargo, escuché los
pasos apresurados de unos zapatos de plataforma que venían hacía
mí; sabiendo que era ella, la esperé, la puse detrás de mí y
quedé de frente contra su agresor.
Para mi mala
fortuna, terminé involucrado. El hombre no dijo una palabra, solo vi
que sacó un cuchillo. Le dije a la señorita que corriéramos, ella
obedeció mi instrucción y corrimos al menos unas 5 cuadras; sin
embargo, el hombre nos persiguió y alcanzó fácilmente. Estábamos
agitados, yo con una capacidad física deplorable y la señorita con
la nariz rota,
nos fue imposible
perder al tipo. Estando él cerca de nosotros, volví a resguardar a
la señorita detrás de mí. Empecé a temblar, lo único que se me
ocurrió fue irme contra el tipo para embestirlo. Lo hice, pero el
sujeto era más fuerte y me empujó a un lado; mientras estaba en el
suelo, vi como él, en 3 pasos largos, se abalanzó a la señorita y
la apuñaló de forma demencial.
El hombre se fue. La
señorita apenas si respiraba. Fui hacia ella y agarré su mano. Dijo
que lo sentía mucho. Estaba exhausto, no me fijé siquiera en el
pantano de sangre. Me recosté a su lado y lloré por ella. Ella me
dijo que parecía muy cansado, con sus pocas fuerzas puso mi cabeza
en su regazo y me dijo que durmiera. Acaté su consejo y fue muy
fácil.
Eran las seis y
cincuenta. Me despertó el alarido de una señora. Yo estaba
emparamado de sangre, la señorita ya estaba muerta. Su cadáver era
muy cómodo, me brindo la suficiente comodidad para poder conciliar
mi sueño el cual estaba muy perdido. Me quedé varios minutos
recostado sobre ella, mientras los vecinos llamaban horrorizados a la
policía. No sé si haya valido la pena el haber tenido un sueño tan
plácido acosta de graves problemas judiciales; pero quizá me hacía
falta algo muy sencillo: recostarme en la piel sedosa de una mujer,
con sus brazos y manos sobre mi cabeza y hombros, recordándome el
confort de dormir con alguien, porque el abuso del insomnio, la noche
y la soledad enloquece a un sujeto adoleciendo de cariño.
J.
Shepard
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