Cuervo de Alas
Rotas.
…y recita con
inspirado acento: “Y mi alma, de esa sombra que allí flota
fantasmal, no se alzará… nunca más.” Acto seguido, oscuridad
total, silencio absoluto, paz perfecta.
El comienzo no mucho
dista de todos los demás. Tal vez se habrá cansado de la ilusoria
idea de vivir de lo que amas, idea vendida y bastardeada por
seres corruptos y avaros, como vampiros alimentándose de sueños
ajenos. Él se consolaba años atrás diciendo que nada podía ser
peor que como sucedía en el siglo XXI, pero después de tantas
décadas, el tiempo mismo le ha demostrado que sí.
Al caminar, gustaba
de escrutar con aséptica mirada a cada una de las personas que a la
lejanía veía venir, y que sabía que más temprano que tarde,
estarían hombro a hombro. Y en todos veía lo mismo; rostros, que,
como espejos, reflejaban el hastío de una rutina diaria que los
carcomía por dentro día tras día. Detalla a un personaje en un
restaurante: traje, saco, corbata, portafolio negro, y un celular que
no deja de llevarse a la oreja tras cada pitido sin dar tregua para
que, por lo menos, el hombre pudiese comer a gusto. Pero no,
hábilmente, ya como por costumbre; por un lado de la boca masticaba
apurado, y por el otro, discutía su horario una y otra vez, tratando
de hacer encajar juntas y reuniones, para después salir trepidante
sin siquiera, agradecer por la comida. Los pensamientos de Ángel son
escalpelos que perforan y abren cuán bóveda su cráneo: ¿Te
hace rendir el tiempo el afán?, ¿Es así como celebramos la
oportunidad de estar vivos y respirando? Apenas podemos recordar qué
vino antes de este precioso momento. De esta sacra realidad. ¿Es
ésta la forma en que invertimos nuestros no-contados días en esta
parábola de la vida? Ángel empieza a aguzar la vista: frentes
perladas con gotas de sudor, personas mirando angustiosamente el
artilugio en sus muñecas, cejas arqueadas, cejas fruncidas, febriles
miradas. Pululan ojos de desconfianza, y pulcritud en el
egocentrismo.
Con la moral y fe
suficientemente abolladas, Ángel vuelve a su oscura burbuja, puesto
que sus poco diáfanas cortinas no dejan pasar mayor rayo de luz.
El artefacto de
metal se vuelve cada vez más pesado en sus manos.
Aquellos que le
sirvieron de hogar por muchos años, quedarán destinados a acumular
polvo, abandonados en un librero. No hay nada para él allá afuera,
y no le sorprende que eso no le haya dejado estupefacto.
El artefacto de
metal hace un click intimidante.
Estira un brazo para
alcanzar a su mejor amigo olvidado ya por el nuevo mundo, y uno de
sus mejores refugios. Abre el tomo justo en la página que él
conocía ya de memoria… y recita con inspirado acento: “Y mi
alma, de esa sombra que allí flota fantasmal, no se alzará…
nunca más.” Acto seguido, oscuridad total, silencio absoluto,
paz perfecta.
Ángel ha tirado del
gatillo, las alas de este cuervo se han roto.
Comentarios
Publicar un comentario
Tus comentarios enriquecen nuestra Biblioteca ¡Gracias por Visitarnos!