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Concurso cuento corto: ALETH

 
 
 
ALETH
 
A pasos agigantados Libardo Villa cruzó el parque central del pequeño pueblo de Usenda y mientras escuchaba repicar las campanas dominicales de la iglesia, notó que un par de pelmazos harapientos, con los que seguramente se había embriagado la noche anterior, se reían a carcajadas de él. Libardo los ignoró y caminó rápidamente por una calle empedrada y polvorienta, aferrándose al ramo de pompones amarillos que llevaba en su mano izquierda.

A pesar del dolor de cabeza, que por el guayabo era intenso, su paso continuaba presuroso, de repente se vio interrumpido por un nauseabundo sentimiento…, Libardo se detuvo a mitad de la sucia calle y observó la pálida y descuidada fachada del grill de don Javi. Sus nauseas se volvieron insoportables cuando una mezcla de olor a licor y cigarrillo que emanaba del lugar se coló por sus narices, recordándole los extraños sucesos de la noche anterior.

Cuando salió de su casa durante aquella noche, el reloj de pared que había heredado de su madre marcaba las 9:23. El frío nocturno entumecía el cuerpo, así que Libardo decidió salir a beberse algunos tragos de chirrincho, del que se destila en veredas cercanas al pueblo. Mientras caminaba trataba de pelar el ojo para ver si se topaba con alguno de sus amigos, pero de repente escucho que a gritos lo llamaban desde el grill de don Javi…, Libardo pensó en Martín y sin dudarlo se dirigió al garito.

Ingresó por la angosta puerta del mal afamado establecimiento, saludó a don Javi y le preguntó por Martín, pero el viejo de bigote le frunció el ceño y le dijo que ese muchacho no venía desde que Fredy le dio una paliza. Libardo un tanto confundido preguntó por la persona que lo había llamado a gritos desde el grill, pero don Javi le palmeó la espalda y le sugirió dejar de fumar esas hierbas extrañas, que ya se estaban empezando a consumir en el pueblo.

Finalmente, Libardo decidió sentarse en una de las butacas de madera y pidió un trago de chirrincho para amenguar el gélido ambiente de la noche. Luego de conversar durante algunos minutos con el bigotudo, Libardo se percató que al fondo del garito había una solitaria y joven mujer, con un vestido gris ceñido al cuerpo, piel pálida, cabellos negros y largos y ojos oscuros. Libardo no quiso preguntarle a don Javi sobre la chica y simplemente asumió que podría ser una de las pocas mujeres que allí trabajaban.

Pero algo extraño sucedía alrededor de aquella hermosa joven… ¿cómo era posible que aquella extraña mujer se encontrara totalmente sola en medio de un lugar en el que sólo había borrachos?... Libardo pensó que era totalmente descabellado que ninguno de estos guaches ni siquiera le hubiese echado el ojo a la mujer del fondo.

Ya era medianoche y desde que Libardo había llegado al grill había estado bebiendo chirrincho y observando fijamente a aquella mujer, pero cuando menos lo tenía previsto y de manera fugaz aquellos oscuros ojos le cruzaron una fría mirada, que terminó por embriagar al joven cultivador de flores. Desde ese instante Libardo dejó de sentir el desconsolador frío ambiental, la estruendosa música del lugar, la algarabía que ensordecía, el olor a humo; cerveza y licor..., para acercarse a la misteriosa mujer y caer en un maniático hechizo después de preguntar:

-    ¿Cuál es tu nombre?

-    Aleth.

Sacudió su cabeza y abandonó aquel gélido recuerdo y continuó su camino. Las náuseas habían pasado y poco a poco se iba alejando de la fachada del viejo grill, aunque contradictoriamente de forma muy rápida se estaba acercando al final del camino.

Al llegar empujó las pesadas puertas de hierro, divisó el extenso campo de cruces bajo un cielo que se tornaba cada segundo más gris. Se internó en el campo, pero a cada paso sentía su cuerpo más pesado…, de pronto las náuseas regresaron. Finalmente creyó haber encontrado la lápida, pero su cuerpo sintió un extremo frío que helaba sus pensamientos, soltó el ramo de pompones amarillos y parpadeó tres veces. Finalmente, al pie de aquella tumba no leyó el nombre de “Altamira Villa”, sino un puñado de letras que decían:

Aleth = Tráeme flores”.


                                                                                          Por: Fercho


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