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Concurso cuento corto: EL NIÑO DE BLANCO


 
 
EL NIÑO DE BLANCO
Desolado y bajo la luz tenue de una vela, se llevaba a cabo una fuerte batalla. Por un lado la muerte reclamaba lo que pensaba que era suyo, esta era despiadada, sin compasión quería llevarse el alma de un pobre enamorado. Por otro lado el ángel gallardo defendía su causa, como guerrero quien lucha por su nación, pero la muerte era astuta, había tomado ventaja, aprovechándose de la inocencia del ángel, quien tan solo era un niño vestido de blanco y tisú.
 
Era una contienda casi ganada por la seductora muerte, puesto que, el dueño del alma en cuestión solo deseaba desaparecer, alejarse de la realidad, dormir y nunca despertar. A causa de una ilusión que se había desvanecido, lo que creía como amor, quizás ya no era amor. Que equivocado estaba este pobre enamorado quien desfallecía tristemente, dándole fuerza a la audaz muerte, quien sigilosa se adueñaba del santuario, fortaleza de aquella alma.
 
El niño de blanco perdía su guerra, pero no la causa, dado que aún tenía un poder oculto que salvaría aquel enamorado. Se movió ágilmente segando a la muerte, fue a los sueños de su protegido. Libremente removió cada recuerdo y sentimiento que hiciera pensar en aquello que había unido sus pasiones…
 
Este ángel gallardo desde los sueños le dijo: “piensa cuando despiertes de aquel sueño, en ese ser especial, quien te acompaña en cada aventura, recuerda su eterna compañía, es tu complemento. Trae a tu mente esa pregunta que no puedes responder, ¿por qué te enamoraste? No lo puedes explicar, lo sé, pero lo inexplicable es el verdadero amor. Escucha el corazón quien a gritos te dice que has empezado amar. Permítele a este humilde servidor defenderte y luchar por tu verdadero amor.”
 
Este ángel con alma de niño, preparaba el terreno para descubrir su poder oculto. La muerte gozaba cada segundo, en pocas palabras, pensaba que había ganado la batalla, que había seducido a su víctima y adueñado de su alma, pero el niño de blanco era puro y no perverso, su pureza era la luz del amor que doblegó a la muerte. Hizo latir el corazón del enamorado, despertar el sentimiento más puro y noble sobre él, mostrándole a la muerte, ya derrotada, el nombre de su amado escrito con tinta indeleble en cada parte de su alma.
 
Había brillado el amor y el inocente niño de blanco, ángel gallardo, guardián del santuario, ganó la batalla y defendió su causa. Ese amor que no nunca se fue.
 
¿Y quién es este niño de blanco? – Eres tú, mi único amor –.
Dayust.
 

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