Está volando.
Por: Marzo.
Es agosto, en el
cielo se cuentan ocho cometas, todas ellas artesanales, hechas de
pedazos de papel, como también de historias; así es la vida de los
que habitan esta parte de Cali, una amalgama de biografías conexas a
la tragedia y conflictos, relatos que se sostienen con el cordón de
la rutina. Si esa paradoja de la repetición no existiera ¿cuán
bajo volaría cada ángel y guerrero de este bocado de mundo?
Aquí en los
suburbios azota el calor sobre los techos de asbesto, zinc y cemento,
pese a que sobra el Agua, es solo de nombre, es Blanca, y nadie la
quiere beber. Ya es la tarde, las calles se encienden, al tiempo que
el estruendo natural de la infancia causa estragos y jaquecas a las
propias madres, que al calor del fogón suben su temperatura y con un
intrépido grito “sacan” a las guagüitas de sus casas. Hay
bullicio por doquier. Una calle del oriente, en vacaciones escolares
es tan movida como un veinte cuatro de diciembre, como el mismo
pueblo en el centro de Cali.
En agosto se
desafían las recomendaciones de los abuelos, -cuidado con las
cuerdas eléctricas- dicen ellos, no hay memoria que valga para este
consejo. Los colores de la cometa hipnotizan al niño, pues elevarlos
en el cielo los atiborra de afán, así que esperar el día de ir al
espacio abierto, sin cuerdas y obstáculos, es una idea aterradora.
Por medio de una
cometa los padres vuelven a ser niños. El alma vuela a través del
azul del horizonte, las nubes forman figuras y predicen el destino.
Los padres ya no son adultos, el mundo pierde peso y respirar se
siente más liviano. Son instantes en los que obreros, cocineros,
empleados o mecánicos se convierten en creadores. A pesar de no
advertir su incidencia en el orden del mundo, sucumben en el goce y
la plenitud. Así es como transforman una tarde de sus hijos, y
también la mía.
Son
manos robustas y heridas aquellas que ayudan a tejer las cometas que
surcan el cielo. El cual fue pintado con tales creaciones, así
cambiaron el rumbo de una tarde que iba a ser dedicada a la
literatura contable. Ahora escribe, está volando y no es una cometa…
es ella.
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