(Daniel Mina)
Gustavo Aureliano se
llamaba. Tenía una afición muy particular por los insectos y las
alimañas, un gusto frustrado de saber a ciencia cierta todo lo
concerniente a estos animales. Había pasado toda su vida atrapando y
observando cuanta clase de bicho se le atravesaba. Cuando niño había
tenido muchos encuentros especiales como él lo describía, que para
sus personas más cercanas no eran buenos recuerdos, muchos de esos
habían terminado en mordidas, picaduras, cortaduras, ajetreos entre
ponzoñas y remedios, curaciones y cicatrices. Todos estos eventos
sirvieron para valerle como apodo El Gato, gracias al refrán que le
presagiaba un final debido a su curiosidad excesiva sin la menor
prevención ni cuidado.
El Gato obligado por
el pasar de los años y la necesidad de valerse por sí mismo, había
encontrado la apicultura como medio de sustento y además como
vocación. Era un alivio tener un trabajo afín a su gusto, bien
marcado por los insectos. Para él, las abejas eran melifluas en todo
sentido no sólo por la razón obvia de producir miel, sino que
también, entregadas a su comunidad (la colmena) cumplían
individualmente con los deberes de manera incansable, y daban su vida
por el bienestar colectivo, teniendo un sentido de pertenencia por
instinto.
Las abejas que tenía
habían sido domesticadas de forma autodidacta, ya que en La Loma
donde siempre se entretenía con diversos seres invertebrados había
encontrado en un almendro una pequeña estructura de celdas de cera
fácil de extraer, dado que tenía muy pocas obreras que reflejaban
lo joven que en ese momento era la colmena.
Varios años pasó
observando las abejas, tratando de encontrar patrones en su
comportamiento, que le permitieran usar la colmena de manera muy
productiva de la mano de una recolección de polen de plantas
específicas.
Estos antófilos
eran muy particulares porque denotaban un mayor gusto por el polen de
las flores de árboles frutales como las flores de azahar, pero con
las panículas de la persea americana tenían una producción de miel
mucho mayor y de mejor calidad en la sacarosa.
Un día, por una
razón desorientada y discriminante de la gente, empezaron
paulatinamente a cortar las perseas americanas en todo el pueblo y
sus alrededores, un hecho que se reflejó en la poca producción de
miel. Cosa que llevó a El Gato a ubicar un panal en cada árbol
restante, iniciando en la plaza del pueblo.
Cuando era apenas un
niño y ni siquiera tenía apodo, Gustavo en una de sus expediciones,
como tenía la costumbre de llamarlas, había hallado en un barranco
un agujero no muy profundo, bastante atractivo para dejar allí
algunos de los envases de vidrío que llevaba consigo y que le
servían para transportar los insectos y alimañas que atrapaba. Este
hoyo aparentemente no era muy profundo, pero tenía el suficiente
espacio para que Gustavo metiera completamente el brazo, cosa
comprobada por él mismo al introducir el primer envase. Cuando ya
estaba retirando la mano del recipiente, sintió entre sus nudillos
un pinchazo muy doloroso y sorpresivo que lo llevó a sacar
rápidamente el brazo perdiendo así la estabilidad y agarre que
tenía para caer estrepitosamente por el barranco. Abajo se
encontraba un trabajador arreando unas vacas que con el ruido alcanzó
a percatarse como Gustavo se desplomaba a toda velocidad e impactaba
crudamente el suelo. Cuando el trabajador logró llegar al sitio
donde se encontraba Gustavo, no sabía que hacer porque estaba muy
golpeado y no respondía. El muchacho ya se encontraba inconsciente y
maltrecho. Sin más opción tuvo que transportar al inquieto joven al
hospital y dejarlo con una única descripción del accidente – ese
chacho, e`taba po`alla en el barranco, seguro trepando como un gato
cuando se cayó y lo recogí todito dormido -.
Gustavo por la
gravedad de las heridas de la caída y la ponzoña en su mano había
sido transportado a Valledupar, donde para ser tratado y no tener
secuelas habían inducido en él un coma del cual no se despertaría
hasta muchos años después cuando su madre escuchaba por la radio
las noticias. Noticias que seguían hablando del incidente que había
ocurrido en La Loma, donde unas abejas habían atacado la gente…
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