ES UN HECHO, NO SE
PUEDE SOSTENER
Por. Jonatan S.
Había pasado ya la
mitad del año y la empresa se encontraba evaluando dizque el
desempeño de los trabajadores en el año anterior. Números,
resultados, cumplimiento de presupuestos y metas, los puntos clave
para una buena calificación. Al mismo tiempo se elaboraba la famosa
curva de nivelación salarial, una curva paradójica e irregular que
acechaba a los trabajadores haciendo relaciones sobre el desempeño
evaluado y el porcentaje de aumento salarial a obtener. En tiempos
“difíciles” para la empresa, cuando los gastos casi se consumían
el ingreso, había que obtener ahorro de donde fuere posible.
Angela trabajaba
hace más de 10 años en la entidad y había logrado escalar varios
puestos permitiéndole gozar de cierto nivel de decencia salarial, o
de cierto ímpetu de grandeza no tan grande, un buen puesto pero a la
merced del que exige sin piedad. Se estaba sintiendo incomoda,
nauseabunda, horrorizada por los dardos de la traición. Quería
cuestionar a toda costa lo que había pasado. Levantó el teléfono
con manos sudorosas y llena de argumentos ciegos de rabia, pensaba en
alguien al que pudiera contarle sus afugias y unirse a sus reclamos
maltrechos. Decidida llamó a alguien de otra ciudad.
‒Felipe, como
estas, ¿puedes hablar un momento? ‒Preguntaba con una esperanza
salvadora.
‒Hola Angela,
claro, como vas, que me cuentas‒ Contestó.
- ¿Ya te hicieron la evaluación de desempeño? ¿Cuándo te la enviaron? ¿Qué te dijo el jefe? ¿En cuánto te subieron el salario? ‒estaba desbordada‒, por favor cuéntame porque acaba de pasarme algo horrible, me siento muy decepcionada ‒decía con gran frustración mientras descargaba su mano en la mesa y agachaba la cabeza cerrando los ojos‒.
‒Te cuento que el
jefe me envió un correo el pasado 10 de julio ‒dijo con un tono
intrigante‒. Me dijo que me llamaba para que habláramos sobre la
evaluación.
‒Y cómo te fue,
que le dijiste ‒ respondió con ansias de saber más.
‒Me calificó por
debajo de 70 ‒ Suspiró un momento y decidió hablar con
franqueza‒. Yo le dije que no estaba de acuerdo, que mi labor había
sido mejor que ese puntaje.
El jefe respondió
que no había mucho que hacer, que los resultados no mostraban
aspectos positivos puesto que no se había cumplido con lo planeado.
Era consciente del gran esfuerzo y la gestión realizada pero
definitivamente, los números lo decían todo. Felipe insistía
argumentando que había realizado nuevos negocios y que en general
había abierto nuevas puertas con clientes importantes donde antes ni
siquiera se hubiere pensado llegar. El jefe alardeó diciendo que el
palo no estaba para cucharas, y le explicó que en general, como
instrucción de las directivas, tenía que justificar un desempeño
bajo para que el incremento salarial para el nuevo año estuviera
dentro de un rango igualmente bajo. El hecho era sencillo pero nadie
lo podía sostener, la calificación era perversa, como para un
empleado perverso, pero necesaria para justificar un aumento bajo.
Además anotó con cierto protagonismo que había peleado para que
ninguno del área se quedara sin aumento.
Angela confirmó sus
pensamientos. Lo mismo le había dicho el jefe. De todas formas ella
fue más audaz y le dijo fúrica que esperaba que tal calificación
no le afectara en el futuro o incluso que la empresa no se apoyara
intencionalmente en la misma para decidir su suerte.
‒Felipe, ‒ dijo
ahora con voz ahogada y tenaz indignación hasta el punto de querer
abandonar el trabajo‒ ¿puedes creer que me postulé a un nuevo
cargo como gerente de área, envié mi currículo con la evaluación
de desempeño que me hizo firmar el jefe, y ni siquiera me llamaron a
entrevista?‒continuó con un nudo en la garganta y como con la
ilusión perdida de una nueva oportunidad‒ Me dice recursos humanos
que con esa calificación de desempeño no tengo derecho a participar
en ningún proceso interno y que debo esperar un año para mejorar mi
evaluación. Prácticamente estaba castigada ‒dijo con
resignación‒. Voy a hablar con la directora mi caso porque pienso
que no soy tan mala como dice la maldita evaluación, prefiero no
tener un aumento pero que se hable la verdad sobre mi trabajo ‒dijo
con voz firme y subió la mirada confiada al cielo.
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