Fionar
¿No les ha pasado,
que un día un animal los adopta a ustedes? A mí sí, es la conexión
más indescriptible del mundo… Me pasó hace algunos años, era
Fionar, un pequeño minino de unos tres meses. La noche que nos
conocimos iba trotando cerca de un cañal. Empezaba a brisar, así
que apresuré el paso. De repente, maullidos de auxilio me
detuvieron, lo buscaba, y no lograba verlo, fue dotado con unas
hermosas franjas amarillas, así que se perdía entre la lluvia, la
caña y la oscuridad.
Él pidiendo una
mano amiga que lo ayudara, me encontró y decidió meterse en mi
corazón. Aunque conservaba temor en su mirada, dejó ver algo de
esperanza cuando mis ojos llegaron a los suyos.
Lo vi y pensé que
un gatito no debería estar ahí, así que lo tomé para ponerlo en
un sitio donde no sufriera las inclemencias de la naturaleza, o del
hombre. Lo cargué unos metros, cuando vi el sitio justo decidí
soltarlo, con esa edad, podría sobrevivir fácilmente. Al soltarlo,
mi alma corrugada me reclamó, yo no sabía su situación y tan
pronto la conocí, no podía dejarlo. No sostenía su cuerpo. Su pata
posterior izquierda estaba fracturada. Se notaba su dolor. Ahora
entendía su llamado, aunque tuviera miedo de mí, o bueno, del
humano, esa plaga egoísta que pasa por el mundo volviendo mierda
todo a su paso.
Huyó de mí cuando
lo puse en tierra, pero, fue un intento fallido. ¡Pobre ser!
¿Imaginan tener miedo, y no poder huir? Lo volví a tomar, noté que
temblaba. Luego de unos intentos de escape más, se resignó y dejó
a mis manos su futuro.
Llegué a una
tienda, compré un poco de comida. Necesitaba decidir que hacer con
él, con su pata, no tenía dinero para un veterinario, pero, no
sabía cuándo había comido. Empezó a comer y parecía nunca
haberlo hecho, dejó de temblar, e incluso recuperó la estabilidad.
Para ese momento, ya le pertenecía, ya era su mamá, por algo mamaba
en cualquier pliegue de mi ropa.
Luego de darle agua,
y ponerle un cobertor, nos fuimos a dormir, no quería dejarme, pero,
con algunas tácticas de distracción logré hacerlo en el antejardín
de mi casa, en una cajita. Y dolió, no podía movilizar su pata. Al
otro día, un ángel, pasó, y conmovido, me acompañó al
veterinario. Ofreciéndose a cubrir los gastos. Le hicieron una
radiografía, claramente se veía la fractura de su femoral, y la
cicatrización muscular.
Alguien lo maltrató,
a tal punto de dejarlo cojo, y simplemente, un día lo botó como una
bolsa de escombros, a su suerte, tal vez, queriendo que muriera de
hambre.
A pesar, de que la
mejor opción no era la cirugía, él merecía tener la oportunidad
de luchar, y ser un gato normal, o tan solo de poder aliviar su
dolor, podías verlo, en sus movimientos tan limitados.
Antes de entrar al
quirófano, se me acercó, arrastrando su pata, y me regaló un
tierno maullido, una mirada de agradecimiento y una caricia de sus
preciosos ocho anillos perfectamente dibujados en la cola, Lo tomó
el veterinario y él se dejó llevar. Luego de tres largas horas,
salió el auxiliar, y me contó que el nervio de su pata había
cicatrizado en medio del músculo, que había sido cortado ya que
había sido imposible para el cirujano verlo. Había perdido la
movilidad de ambas patas. Las lágrimas rodaron por mi rostro, pensé
que era una solución, no un agravante.
En cuanto despertó
me permitieron verlo, estaba angustiado, pero, al verme, retomó un
poco la esperanza, Incluso aunque dejaba ver su impotencia, parecía
tener dolor, o simplemente entender lo que sería su vida. No podía
permitirle vivir así, él no quería sentir más dolor. Me lo decían
sus lloriqueos. Estuve con él, mientras veía que por sus ojos salía
su corta vida.
Fue corto nuestro
tiempo, pero, fue suficiente para enseñarme que estos seres, que
creemos inferiores, pueden amar, igual de intensamente que los
humanos y que incluso son dotados, con la capacidad de perdonar a la
especie completa. Que lo único que necesitan es un poquito de
empatía. Eso será suficiente para amarnos toda su vida-
Me encanto este cuento, escribes muy bien, seras una gran escritora. 😘
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