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Tercer Concurso de Cuento Corto: La Rama



La Rama

En el camino a una vereda se halla, en todo el centro, una rama incrustada. Se nota que cayó fuertemente, pues se mueve levemente a merced de las corrientes de viento. El camino de tierra se nota sereno, como si ninguna fuerza externa hubiese alterado su relieve tosco. Allí surge la duda de si es realmente una rama o un árbol incipiente lo que se encuentra en mitad del sendero.
Entre más cerca se observa más se evidencia que, efectivamente, es una rama. Se alcanza a ver, muy fresca, la parte rasgada de donde fue arrancada del árbol ¡Es magnífico! Al tacto la rama es frágil, aunque se mantiene incrustada al suelo con firmeza. Se ven pequeños frutos y algunas flores que empiezan a germinar. Hay un solo fruto maduro el cual resalta mucho entre el verde intenso de las hojas. Verlo produce hambre y sed al mismo tiempo. Es prudente no comerlo, pero no es la única opción. Al tacto es similar al durazno, muy suave, y al paladar es delicioso, jugoso y tierno. No tiene ninguna semilla, y eso sólo abre paso a la duda ¿Es este un fruto sin futuro? ¿Se acabará este delicioso manjar?
En lo más bajo de la rama se ven las hojas más claras empotradas en la tierra… Al observar detenidamente parece que las hojas salen de la tierra… ¡Es una locura! Evidentemente es una rama mágica. Debe serlo ¡Es necesario que el mundo sepa de aquel árbol que nace al revés! Pero a medida de profundizar en la idea de entregar al mundo tal hallazgo, más borroso se hace el recuerdo de la ruta tomada para llegar a él.
La única posibilidad de tener alguna evidencia es esperar la madurez máxima de su fruto y, probablemente, de allí surja alguna semilla que sirva para llevar al mundo una maravilla. O tal vez la tierra donde se sitúa aquella rama sea la requerida para que esta tenga vida. Es necesario simular el mismo ambiente para que aquella semilla pueda dar vida a lo mágico.
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La espera se hace larga… Cae lluvia en abundancia y el sendero se vuelve fangoso. Crece el temor de que aquella rama se desprenda del suelo, perdiéndose así la oportunidad de obtener la semilla. Un carruaje se acerca a toda velocidad, el galopar de los caballos se presenta cada vez más cerca…, y en unos pocos segundos pasa por el sendero, justo sobre la rama. La fuerza y velocidad que llevaba el carruaje la arranca de la tierra sin el mayor esfuerzo, de un tirón. Y para acabar con toda la esperanza, el carruaje se lleva consigo, enredada en una de sus enormes llantas, la rama mágica”.
- Qué historia más perturbadora. La verdad es muy triste, es horrible – dice Martina a su padre.
- ¿Por qué? ¡Es muy buena! - responde su padre asombrado.
- Papá, ¿notas que se quedó esperando, cuidando de la rama hasta que diera la semilla y la arrancaron? Sin más. Es como esas películas en donde al final todos mueren y el villano sigue vivo: MALAS. – responde Martina enfadada.
- ¡Ay hija! – responde su padre entre risas -, esta es una historia “real”. No es una película. Te voy a explicar por qué, luna mía – dice con seriedad - : En primer lugar nunca cuidó de la rama, sólo la observó. La única perturbación que le hizo, fue comer su fruto. La vida es tan cierta como la historia de aquella rama –continúa su padre -. En ocasiones, cosas maravillosas son descubiertas en nuestro camino. A veces sabemos su valor, otras veces no. Aquel o aquella que halló la rama estaba conociendo una maravilla, buscando la manera de preservar su existencia, pero no pudo con lo inevitable: lo inesperado. Y la oportunidad se fue de sus manos, sí. Pero puede que jamás alguien hubiese visto tal rama, la hubiese probado y hubiese procurado su existencia. Tal vez la experiencia de aquel o aquella fue sólo suya... Imagina entonces su valor…
KARMA

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