LA MOTO
INVISIBLE.
Cuentan los archivos
que hace un tiempo vivió en Cali un sicario tan mordaz que más
parecía una epidemia. Su efectividad estaba acabando -o
limpiando,según se vea- de a pocos con los habitantes de la ciudad.
Le conocían como Balita, aunque su protocolo impidió a muchos
clientes conocer al menos su rostro; sin embargo la confianza en el
negocio no se veía afectada: todos sabían que a la mañana
siguiente podrían ver en las noticias el cadáver que habían
mandado a elaborar, y que las cámaras de seguridad no serían
capaces de detectar a ningún sospechoso. De esta manera, Balita
parecía más bien un ente, un ánima que podía hablar con sus
muertos, sacarles una sonrisa… y pegarles los tiros bien de cerca.
Tiempo después se
vino a saber el secreto de tanto éxito. Al menos mientras ejercía,
Balita no era -¡cómo decirlo!- un sicario común. Se podría decir
que era una sicaria, pues su uniforme revelaba más bien a una
señorita de labios magenta entre la multitud, que salía corriendo
de la escena con su bolsito de mano y los tacones que sonaban como el
eco de las balas que había disparado segundos antes. Cuando Balita
se montaba en la moto de su compañero, ya era demasiado tarde, ya
habían huido: eran invisibles para cualquier policía, guarda de
tránsito o cualquier viandante. Las mujeres en la parte de atrás de
las motos nunca fueron consideradas una amenaza para nadie.
YO-NATHAN
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