El huracán
Yo he vivido en muchas partes:
diferentes ciudades y casas; también tuve la oportunidad de vivir en
otro país.
México es un país hermoso con
una cultura muy parecida a la nuestra. Viví en una península
llamada La Paz, en Baja California Sur, una ciudad hermosa, rodeada
por lindas playas y turistas; estuve tres años allá.
Mi casa estaba en una cuadra
llena de edificios y pocos árboles, ya que cada que había temporada
de huracanes, como mínimo se caían uno o dos, dependiendo de la
gravedad.
Los huracanes llegaban en
agosto; a veces solo eran tormentas tropicales, y otras eran tan
fuertes que las ventanas vibraban como si se fueran a quebrar; todas
las personas estaban tan acostumbradas a eso cada año, que las
ventanas de los apartamentos conservaban sus cintas en forma de X
todo el año, y cuando llegaba agosto nuevamente las reforzaban.
Un día, en uno de esos
huracanes fuertes, estaba con mi hermana y con la niña del primer
piso de mi edificio; yo vivía en el tercero; se suponía que cuando
los huracanes eran tan fuertes, nosotras no deberíamos salir a la
calle; pero uno nunca cree que le vaya a pasar nada.
Yo siempre he sido pequeña,
delgada, menudita, sin mucho peso. Hablábamos de cualquier tipo de
cosa, que en este momento no puedo recordar, pero lo que si recuerdo
es que el viento empezó a soplar muy fuerte, y al mismo tiempo mis
pies se levantaron del suelo; no mucho, tampoco puedo decir que volé,
pero si no hubiera sido por mi hermana y su amiga, si lo hubiera
hecho; me cogieron cuando me oyeron gritar, vaya susto el que nos
llevamos pero después de eso nos reímos.
Todavía nos reímos cuando
recordamos el día en que un huracán casi me lleva.
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