Tercer Concurso de Cuento Corto: El monstruo que hay en mí





El monstruo que hay en mí

Hay una gran variedad de fuerzas en el interior de una persona que con respecto a las acciones que decide tomar o las experiencias por las cuales ha de pasar adquiere poder sobre ellas pero sin ser consciente de la existencia ni de la habilidad que cada una posee. Sin embargo, el ser humano con su capacidad de pensar y de sentir ha de manifestar pequeños efluvios de ese poder que nos da una idea vaga de lo que realmente son esas fuerzas que nos poseen sin saber que estamos poseídos.

En donde habita la ausencia de la vida naturalmente se manifiesta un poder indómito que actúa independiente de la voluntad del hombre y sin ser percibido en absoluto por los sentidos satisface su necesidad, se alimenta de manera sutil y paulatina de aquello de lo que tanto carece en busca de complementar su condenado poder, consumiendo furtivamente los inocentes sentimientos de una persona que de manera inevitable experimenta un cínico engaño.

Me estremecí al besar sus labios que transfirieron a través de un lenguaje inefable un mensaje que solo mis sentidos podían interpretar, transformando paulatinamente la percepción del tiempo y del espacio en una dimensión que definía una nueva realidad. Cuando intenté abrazar su regio cuerpo se alejó de mí levemente tratando de hacerme entender en un abstracto mensaje que se propagaba a través de su mirada que mi reciente fruición ya culminaba y se fue lentamente de mi vida aunque en el interior ya me poseía un poder que inconscientemente se manifestaba e intensificaba la ignición que ella había iniciado. Aunque nuestra relación más cercana aparentemente se veía clavada en el desarrollo de aquel beso, sentía que no era suficiente, es decir, aparte de la exquisita experiencia privilegiada que sus labios concedieron a los míos, había un instinto que me impulsaba a conocerla, en buscar en ella un nuevo objetivo. Este impulso natural e irracional actuaba fuera de los límites de la conciencia en cada instante en el que las palabras que emanaban de mi voz iniciaban una conversación, sin embargo, al cabo de un periodo relativamente corto del tiempo ya no era mi voz la que buscaba establecer un dialogo, era su instrumento musical que vibraba en cada palabra que dirigía hacia mí, intentando avanzar en un proceso donde la confianza se convertía en nuestra principal necesidad.

El statu quo de nuestra relación inicial había cambiado drásticamente aunque francamente no era yo quien la había transformado. En lo profundo del subconsciente se hallaba una fuerza que a su voluntad controlaba la mía, inconsciente de este poder, cada vez que mi presencia y aquella mujer intentaban converger en un solo ser, en el fuero interno me preguntaba si realmente era yo el que se encontraba satisfecho porque incluso después de nuestro hedonístico momento no encontraba un significado al placer que habíamos experimentado, lo que no sabía era que detrás de todos mis pensamientos se manifestaba un monstruo indomable que se alimentaba vehemente de los sentimientos arraigados que aquel ente había cultivado sobre la inocente confianza que ella me había entregado.


Davitor.

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