Le revádac.
El olor le inundó
la nariz. Esa mezcla entre muerte y el químico inhibidor de la
descomposición que tanto conocía. Sus pies la llevaron al lado de
una mesa. Quitó el plástico que cubría el cuerpo y se quedó
observándolo, lo cual era curioso ya que no era la primera vez que
lo veía. Era un hombre de unos cincuenta años más o menos, de tez
morena y cabello castaño oscuro; su expresión era serena. Se fijó
en que tenía un anillo en su dedo anular. Sin pensarlo dos veces se
lo quitó.
- La ocasión hace
al ladrón, niña -. Escuchó Carolina.
Se quedo rígida sin
poder mover siquiera los ojos. La parte racional de su mente estaba
colapsada. ¿Acababa de oír que el cadáver le había hablado? Se le
aflojó todo. Luego, sintió que la observaban. Le bajó un frio por
el espinazo que le llegó hasta los pies.
A pesar de la
resistencia de todos sus músculos, fue moviendo su cuello milímetro
a milímetro para mirar su cara. Efectivamente, él la estaba mirando
con una expresión de seriedad. Carolina tragó saliva y parpadeó
varias veces esperando que fueran sus ojos engañándola, pero no, él
seguía observándola como esperando a que ella le digiera algo.
- No puedo regalártelo, lo siento. – dijo el cadáver sarcásticamente Carolina estaba aterrada, sintió como se erizaba todo su cuerpo.
- ¿Cómo te llamas? – preguntó con tono amable el cuerpo. Parecía no darse cuenta de la situación.
No fue consciente
del momento en que sus labios se separaron para responder.
-Carolina –
contestó ella en voz tan baja que no se oyó a si misma.
El cadáver le
sonrió mostrando los dientes. Se percató que su sonrisa era bonita
y luego se dio cuenta que ella también estaba esbozando una sonrisa
con los labios, sin embargo, aún sentía el cuerpo frio.
-Mucho gusto. Soy
Diego Restrepo. Dime, ¿en dónde estamos? – replicó Diego muy
tranquilamente.
- ¡tiene que ser una broma! - pensó con angustia Carolina. Su lógica le dio a entender lo que había detrás de esa pregunta tan sencilla, pero vio la sinceridad en los ojos del hombre y se sintió obligada a contestar.
- En el anfiteatro- dijo sencillamente.
La expresión de
Diego cambió bruscamente. En sus ojos pudo ver la preocupación mas
sincera.
- ¿y por qué estoy
aquí y no en mi tumba? - preguntó Diego con un claro tono de
molestia.Esa pregunta la dejó desconcertada. Diego sabía que estaba
muerto y eso no le molestaba.
-Bueno, - empezó
cautelosamente Carolina- tengo entendido que los cuerpos que están
aquí son cadáveres en condición de no identificados.
- ¿Qué? - dijo Diego con desesperación- Yo tengo familia, el día de mi ataque de asma estaba con mi hermano, ¿en dónde está él? ¿Qué pasó?
Carolina tuvo la
sensación de que había cometido un error y no quiso seguir con la
conversación. Las ideas se volvieron un tornado en su cabeza, no
entendía nada y tenía muchas preguntas, pero… estaba hablando con
un cadáver…los muertos no hablaban o ¿si?
- ¿cuándo moriste?
- preguntó Carolina con ansiedad.
La alarma la
despertó. Se quedó un rato acostada sin saber que hacer. Ella sabía
que ese cadáver existía. Tomó una libreta y escribió: Diego
Restrepo, ataque de asma, hermano. Al rato estaba parada frente al
edificio de la policía con una certeza: estaba loca o iba a meterse
en el problema de su vida.
Autor: Nayla
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