El último ruiseñor
Cuando se despertó
no entendía que había ocurrido. Una hermosa mañana, estaba cazando
insectos en el bosque, preocupado por sus amigos de cacería que hace
mucho no veía, cuando fue en pos de un enjambre de moscas y luego
todo lo que vio fue oscuridad.
Escuchaba ruidos
extraños y molestos, unas líneas verticales, que no tenían la
calidez de la madera, le impedían salir y el suelo bajo sus patas
era seco y muy duro. Cuando abría sus alas e intentaba volar,
chocaba con las líneas haciéndose daño. Había unos seres feroces
que se le acercaban lenta y torpemente, su mirada codiciosa lo
molestaba pues no había amor en aquellos ojos.
La tristeza se
apoderó de su corazón, no volvió a comer ni a beber, y sobre todo,
dejó de cantar. Entendió que él era solo un instrumento más en la
banda sonora del bosque, en aquel horrible lugar no escuchaba el
viento ni el crujir de la madera, no sentía la vibración de la
tierra ni de los grillos. Su mente solo lo traicionaba recordando
aquellos días de libertad cuando volaba y bailaba con la brisa o
jugaba en los riachuelos, cuando cantaba a voz de grito para el alba
o descansaba en las ramas mas altas.
Su alma se tiñó de
melancolía y desesperanza, soñando con el permiso de regresar a
casa. Un amanecer despertó y se dio cuenta de que era libre de
nuevo. Vi en aquella caja su cuerpo frio e inerte, pero ya no sentía
tristeza. En el bosque escuchó la sutil melodía de la vida,
entonada por la banda sonora completa, había regresado a su hogar.
Autor: Nayla
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