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Tercer Concurso de Cuento Corto: Regreso de la brisa




Regreso de la brisa

En la misma casa que soportó el alboroto de sus siete hijos paridos, en el centro del sofá más largo de la sala, se encuentra sentada. La acompaña el bastón de madera desgastada que rechazó entre sus pertenencias tan sólo dos años atrás, por considerarlo el más vergonzoso símbolo de una vida que se agota. Sus ojos no percatan los últimos destellos de luz que dibujan la silueta de los Farallones; el rojo cobrizo de la tarde no alumbra en sus pupilas, ni sus oídos se deleitan con el canto del bichofué que también anuncia el ocaso.

Los vientos vespertinos enredan las hojas secas del palo de mamoncillo que ella sembró, como re-gresando a la brisa las anécdotas, cada recuerdo, cada prueba de existencia vital.

Ni el ruido del tráfico difuminado por la distancia, ni la inquietud de los vidrios flojos en las venta-nas agitan la nebulosa estancia de ese cuerpo en reposo. La ausencia hace del silencio un ruido de angustias, que ella ahuyenta con el débil canto de las estrofas aprendidas en la infancia.

Manacay manachicá Chinacay manachiguá

(Ni esto, ni es mucho, esta mujer ni canta como el pájaro)

La cola del gato asoma en péndulos desde la cima del televisor, lleva el compás de las manecillas del reloj; sin embargo, el tiempo ni promete, ni se agota; sólo la oscuridad ha llegado. La anfitriona no ofrece café, pero sí pregunta por los demás:

¿Qué será de mi Oswaldo que no llega? pobre mijo, le toca muy duro en ese trabajo que tiene; y mija Carmen ¿Cuando será que va a venir?

La oscuridad es antipática, no tiene respuesta.Por prudencia con la visita, no se vuelve a pronunciar palabra en la sala. Las preguntas quedan atrapadas en el cuerpo, se inquietan, se sacuden con mo-vimientos repetitivos de la quijada y las manos; mas con el amplio espacio entre el tiempo y la es-pera, ella insiste, atreviéndose al último intento por entablar una conversación.

¿Qué será de la muerte que no llega?


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